Cuando se hace el análisis del recién finalizado Campeonato Nacional, uno puede constatar que sólo cinco técnicos cumplieron su ciclo en la banca de principio a fin. Uno de ellos fue Jaime García de Ñublense, quien pese a lo mal que lo trató el Covid-19 y un invalidante dolor en su cadera, terminó el trabajo con sus muchachos con una histórica clasificación a la Copa Sudamericana.
Eso sí, tras conseguir el objetivo, el entrenador no pudo más, por lo que 48 horas del último partido estaba en un pabellón para recuperar su cadera, donde a los 44 años se le había decretado una artrosis que lo tuvo muy complicado.
“Sentía un dolor fuerte que no me dejaba caminar, pero trataba de no cojear para que no dijeran que estaba vendiendo humo”, comenta García, en una entrevista con el diario Las Últimas Noticias.
Según se registra, en la intervención “le abrieron la cara externa del muslo derecho, le pulieron la pelvis, le cortaron la cabeza del fémur y le incrustaron en el hueso un injerto de titanio”: “Tengo 38 puntos, son corchetes de acero”, detalla.
“En los últimos tres meses empecé a sentir pinchazos en la cadera, producto del desgaste tras un partido que jugué. Y por los entrenamientos. Al final la cadera se me gastó y estaba hueso con hueso, ya topaba y no tenía margen”, destaca el recién renovado entrenador de Ñublense.
En ese sentido, García cuenta los dramas que tenía internamente en cada encuentro de sus dirigidos, donde disimulaba sus dolencias, pero que al momento de llegar a su hogar no podía ocultar.
“Imagínate que estuve casi una hora y media parado en un partido. Luego el bus me incomodaba y después llegaba a la casa destruido por los dolores, porque también me afectaba la otra pierna. Eso lo viví tres meses, pero yo quería terminar lo que había empezado con el equipo”, finaliza.