En los últimos dos años ha aumentado el número de personas que realizan actividad física o deportiva para mantener hábitos más saludables, situación muy positiva, pero que también ha generado que las consultas médicas por lesiones en las rodillas, sean cada vez más frecuentes.
El doctor Gonzalo Ferrer, traumatólogo especialista en rodilla de la Clínica Universidad de los Andes, afirma que “antes de iniciar o terminar cualquier entrenamiento, es importante hacer ejercicios de elongación que permiten activar gradualmente los músculos. También es fundamental contar con la indumentaria adecuada para el tipo de deporte que se practicará y asesorarse por especialistas en caso de tener dolores o lesiones previas”.
Según el especialista, las lesiones de rodilla se pueden categorizar en dos tipos: traumática y crónica. Las lesiones traumáticas son conocidas como las más agudas y tienen relación directa con el tipo de deporte que se practique. Estas dolencias en algunos casos pueden requerir de cirugía. Las lesiones crónicas, se producen por el desgaste habitual por el paso del tiempo y por factores hereditarios o ambientales.
La sobrecarga física, la mayor exposición a un deporte, los principiantes en alguna actividad e incluso los deportistas entrenados, pueden sufrir este tipo de dolencia. Además, pueden generar dolor y lesiones crónicas.
¿Cuáles son las lesiones más frecuentes?
- Esguince: Se produce el estiramiento o elongación de las fibras de los ligamentos. Provoca inflamación y dolor en la zona afectada. La mayoría de las veces pueden tratarse con frío o antiinflamatorios, inmovilización y kinesioterapia, pero en casos de esguinces con rotura total del ligamento, pueden requerir cirugía.
- Lesión de ligamento cruzado anterior: Se origina por la ruptura del ligamento dentro de la rodilla, que es el principal estabilizador hacia anterior de la tibia. La mayoría de las veces, el tratamiento será una cirugía, debido a que tiene una baja cicatrización espontánea y porque, al operar, permite retomar la actividad deportiva.
- Rotura de meniscos: Son los amortiguadores de la rodilla, ya que disminuyen la sobrecarga de esta y protegen el cartílago articular. Las lesiones agudas, secundarias a un trauma, se tratan generalmente con una cirugía. Las lesiones crónicas o degenerativas por desgaste del paso de los años se tratan inicialmente sin cirugía, bajando la carga deportiva, disminuyendo el peso, manteniendo la adecuada función muscular y la movilidad de la rodilla. Si persiste el dolor o aparecen síntomas mecánicos, se puede considerar la opción de una cirugía.
- Lesión de cartílago: El cartílago recubre los huesos articulares, su función es disipar y soportar las cargas de las articulaciones y proporcionar un movimiento suave y con mínimo roce entre los huesos. El daño o desgaste degenerativo o el que se produce por algunas actividades deportivas con o sin trauma repetitivo del cartílago, se conoce como artrosis. En algunos traumas deportivos, como contusiones directas o secundario a otras lesiones como, por ejemplo, rotura del ligamento cruzado anterior o rotura meniscal, se pueden producir lesiones focales. El tratamiento de estas puede ser quirúrgico, dependiendo de la ubicación, tamaño, edad, tipo de deporte, entre otros factores a considerar.
- Bursitis de rodilla: Afecta los tejidos sinoviales que se encargan de amortiguar la parte exterior de la articulación. Estas “bolsas” sinoviales pueden inflamarse por contusiones o por movimientos repetitivos secundarios a una actividad deportiva, provocando dolor y calor local.
- Luxación o dislocación de rótula: En la mayoría de los casos se produce más frecuentemente en adolescentes, principalmente mujeres y se asocia a múltiples factores predisponentes propios del paciente. Consiste en el desplazamiento de la rótula hacia lateral, provocando una deformidad evidente de la rodilla, pero que muchas veces se reduce espontáneamente al moverla. El tratamiento del primer episodio generalmente es sin cirugía, pero es fundamental estudiar con imágenes los factores anatómicos del paciente que pueden haber gatillado esta lesión, para evaluar y considerar el tratamiento quirúrgico según la causa de la luxación.
Los síntomas más frecuentes de una lesión pueden ser muy similares, independientemente del daño que pueda presentarse. Estos suelen ser dolor, inflamación, aumento de temperatura local con enrojecimiento, inestabilidad y dificultad para apoyar correctamente la pierna. El tratamiento inicial básico consiste en reposo, inmovilización, hielo local y analgésicos según el caso, derivando después al paciente a una evaluación médica para determinar el tipo y gravedad de la lesión y el tratamiento ideal para cada paciente