La leyenda cuenta sobre un chico sudamericano que tenía problemas de crecimiento y unas notables cualidades futbolísticas. Sin oportunidades en su país, debió cruzar el charco para atenderse en Barcelona, donde terminó de desarrollarse.
Ese chico era Lionel Messi. Y soñó siempre con representar a su bandera, a pesar de que le debe gran parte de lo que es a una patria extranjera. Después de muchos intentos fallidos, logró alcanzar la gloria máxima. Una de las frases memorables de su conquista suena en un perfecto tono rosarino: “¿Qué mira’, bobo? ¡Andá pa’ allá!”.
Hay eventos que son oportunidades para poder debatir lo que muchas veces parece indiscutible. ¿Es posible pensar el triunfo de una selección como un triunfo de un continente o una región? ¿Las rivalidades locales obturan esa cuestión o ambas pueden convivir? ¿La formación última del crack cambia esa ecuación? Podemos pensar algunas de estas cosas.
Messi y la revalidación del fútbol de América
A lo largo de la historia del fútbol ha ido cambiando la concepción, tanto de lo nacional, como de lo regional. La ecuación equipo-selección se fue invirtiendo hasta poner a la bandera en un segundo lugar, al menos en la Argentina. La falta de triunfos relevantes entre 1993 y 2021 contribuyó a que esto fuera así.
No pasó lo mismo en lugares como Chile, con una generación dorada bicampeona de América, o en Perú, que logró regresar a un mundial después de 36 años. La Scaloneta logró volver a poner en punto de ebullición la pasión por la selección argentina.
Hay realidades que se comparten en Sudamérica: esos suelos irregulares que obligan a moldear la técnica todavía son una realidad, aunque vayan desapareciendo. La gambeta por instinto está ahí, aunque muchos formadores se encarguen de destruirla.
Y también es presente la pérdida de las figuras, que abandonan estas tierras para desenvolverse en Europa, donde está la élite del fútbol mundial. En los últimos años, incluso vemos cómo ya territorios con menor tradición, pero más billetera, se llevan a nuestros talentos. Estados Unidos y Asia son ejemplos de eso.
Pensar en sudamericano
Cuando se juegan las eliminatorias, los aviones traen de regreso a los líderes del fútbol sudamericano. Disputan un par de partidos y se vuelven a ir. Todavía se conserva eso con las banderas, porque lo que sucede a nivel equipos es otra historia. En medio de una situación en la que las figuras se nos escurren de los dedos…¿cómo puede pensarse el fútbol sudamericano? Hay varias dimensiones posibles para esa respuesta.
Por un lado, si el talento se exporta, hay que tratar de potenciar y formar más talento, no solamente “copiar” los modelos europeos. Si ellos se llevan tanto es porque algo les falta. El futbolista sudamericano es reconocido por muchas virtudes entre las que destacan su fortaleza anímica para reaccionar antes las situaciones adversas.
Por el otro, es indispensable generar una identidad sudamericana que se sostenga regionalmente. No por eso vamos a abandonar las rivalidades locales. Messi charlando con Neymar después de la final de la Copa América y Arturo Vidal con la camiseta argentina contento por su amigo Leo son ejemplo de hermandad más allá de los colores.
Desde Europa ha habido mensajes despectivos contra las selecciones de Conmebol. Lo dijo Mbappé respecto de las eliminatorias. Más allá de que conceptualmente estuvo errado, no es el único que plantea que “el Mundial es una Eurocopa con Argentina y Brasil”.
Frente al discurso que desvaloriza lo que sucede desde estos lugares, es primordial que la respuesta se pueda parar en el orgullo de una región que ha sabido pelear mano a mano con cualquiera y a la que nadie puede cuestionarle su tradición y su historia futbolera.
Las muertes de Diego Maradona y de Pelé han demostrado que más allá de la rivalidad continental existe el amor por el otro. Muestras de respeto y de cariño han surgido desde distintos lugares del globo y también desde Sudamérica. Son íconos de estos lugares del mundo, como también lo han sido otros a lo largo de la historia.
En el Siglo XXI, hemos visto por primera vez a un europeo ganar en suelo americano. Fue en la final de Alemania contra Argentina en 2014. Cada vez que la Copa venía a este lado del Atlántico, se quedaba.
Así había sido en los Mundiales de Uruguay 30, Brasil 50, Chile 62, México 70, Argentina 78 y Estados Unidos 94. Pero después del título de Brasil en 2002, de los diez finalistas en los mundiales siguientes, solamente dos fueron sudamericanos. Argentina en Brasil y ahora en Qatar.
¿Cómo no enorgullecerse con Uruguay del Maestro Tabárez en 2010? ¿Cómo no admirar al Chile de Sampaoli que conquistó por primera vez América en 2015? ¿Cómo no reconocer un estilo tan sudamericano en la Colombia de Pekerman? ¿Cómo quedar ajenos a la alegría de un pueblo como el peruano, que volvió a un Mundial después de 36 años? Es maravilloso cuando en el fútbol nos envuelve la alegría por el logro del de al lado, a pesar de la rivalidad.
Tras conseguir su Mundial, Messi dijo que le podían quedar algunos partidos más con la selección argentina. Ojalá esos partidos se disputen en Sudamérica. Ojalá pueda pasearse por toda esta región regalando el fútbol que le dio a un país y a los amantes de este juego. Ojalá todos puedan hacer propio a Messi. Ojalá lluevan los aplausos desde todos los puntos cardinales.