La Copa Libertadores de 1987 pudo tener otro desenlace. Cobreloa había logrado pasar de ronda, luego de liderar el Grupo 3, compartido con Colo Colo, Sao Paulo y Guarani (Brasil) y también estaba en el primer lugar del Grupo A de la segunda fase, que entregaba un lugar en la final ante el ganador del B. El hito decisivo para los loínos acontecería, precisamente, un 18 de septiembre, en suelo colombiano.
Cobreloa había superado con holgura a Barcelona en Calama y empatado con el América de Cali (en partidos jugados en un lapso de tres días). Luego, en su duelo de visita a Guayaquil, Juan Covarubias y Sergio Díaz (de tiro libre), decretaron el triunfo loíno por 0-2, mismo resultado que consiguieron los Diablos Rojos en Ecuador.
Un 18 en Cali
En Cali, un 18 de septiembre de 1987, Cobreloa enfrentaba, por ende, al América de Cali, en un duelo de vital importancia para definir a uno de los finalistas de la competencia. Juan Letelier abrió la cuenta para los chilenos, tras desviar un centro de Víctor Merello. Luego, Juan Battaglia lo empataría para los locales, resultado que, a la postre, sería el final.
Linda historia, pero no fue todo tan simple. Lo primero extraño fue un claro penal no cobrado para Cobreloa, cuando Puebla se iba solo y podría haber decretado el 2-0. Luego, se supo de amenazas de bomba al bus loíno y posibles secuestros, lo que vino a poner una capa siniestra sobre un resultado que, hasta ahí, aún era alentador para los de Calama, pues el América debía vencer por 4-0 a Barcelona en el Olímpico Pascual Guerrero, para meterse en la final. Extrañamente, y como si se tratara de un guión, eso fue lo que pasó.
El relato de uno que estuvo in situ
Uno que estuvo aquel 18 en Cali fue Víctor Merello, volante del equipo naranja que relató para RedGol los pormenores de aquella hazaña, que se vio truncada por presiones exteriores al deporte.
“En la previa, nosotros sabíamos que podía pasar algo raro, por eso es que teníamos que tener la mente fría y dedicarnos exclusivamente a lo nuestro”, señala Merello, como confesando la existencia de una sospecha anterior a todo lo ocurrido.
La falta no cobrada en el área es parte de los recuerdos de Merello, aunque no es lo principal en sus reflexiones. “Es verdad que con el penal a Puebla y un supuesto 2-0, ahí se terminaba todo. Porque ya para ellos era más difícil, por tiempo, por todo. Sin embargo, yo creo que lo más dramático de todo esto es lo extrafutbolístico. El penal es solo una prueba de ello, porque les mataba todas las ilusiones. Pero, bueno, después de jugar tantos años en competencias como la Copa Libertadores, uno va conociendo cosas que se manejan en el fútbol y en esos momentos hicieron que se nos escapara la posibilidad”, analiza el Chueco.
“Estamos vivos”
“Si hubiéramos ganado, todavía estaríamos en el Pascual (el Estadio del América de Cali), lo habrían incendiado. Cuando se fueron sabiendo las cosas extrafutbolísticas, que las supimos en Santiago, esperando el resultado de ellos ante el Barcelona, se nos vinieron a la mente muchas cosas. Ahí supimos lo de la bomba en el bus, lo esto y lo otro. Ellos siempre fueron cautos en ese sentido, porque no hubo amenazas, sólo supimos porque todo empezó a salir al aire”, añade Merello, con rastros de impacto, aún, por esas amenazas.
“Finalmente, más allá de pensar en la posibilidad de pelear por otra Copa Libertadores, teníamos la tranquilidad de estar en suelo chileno, porque mil cosas se te pasan por la cabeza. Esa gente no tiene ningún problema en hacer las cosas, no les interesan las personas. Les interesan los logros, como sea. Entonces, a la larga, queda la tranquilidad de saber que estamos vivos y que eso fue lo principal, tanto por nuestras familias, como por la institución”, cierra el Chueco, quien, sin duda, ha vivido en su mente una y otra vez el recuerdo de aquella tarde dieciochera, en Cali.
¿Cómo terminó la Copa Libertadores de 1987?
A la postre, América de Cali llegó a la final ante Peñarol. Si en Colombia vencieron por 2-0, en Montevideo cayeron por 2-1. Y como no existía la diferencia de goles, se fueron a un partido definitorio, en Santiago de Chile, donde finalmente el Manya se tituló como campeón de la Copa Libertadores 1987, al vencer por la mínima a los Diablos Rojos.