En "Un Príncipe en Nueva York 2", el recién coronado Rey Akeem (Eddie Murphy) y su fiel confidente, Semmi (Arsenio Hall), se embarcan en una nueva aventura que los hace recorrer el mundo desde su gran país africano hasta el barrio de Queens, Nueva York, el lugar donde se inició todo con el fin encontrar a su único hijo hombre y ahora heredero del trono, a quién concibió en su alocado primer paso por la Gran Manzana.

Esto nunca iba a pasar. El mismo Eddie Murphy lo dijo en vísperas del éxito de la primera. Pero aquí estamos 33 años después con una secuela que no está a la altura de la novedad de la primera parte, aunque sobrevive en su propia naturaleza de ser una comedia familiar que apela sin asco a abrazar derechamente una nostalgia que, aunque no te termine de conquistar, igual te hará temblar los labios hasta que liberes una sonrisa.

Porque cuando se plantearon “traer a todos de vuelta”, eso es exactamente lo que hicieron. Aunque sea en un pequeño cameo. En primer lugar, es una fiesta de recuerdos una vez que identificas a los involucrados y vas viendo cómo lograron establecer las conexiones buscando darles nueva vida. Y luego, está la nueva generación que se incorpora a la historia, unos más encantadores que otros, para ser sincero; pero que sirven como vía para evidenciar una cultura popular que digiere su entorno de manera diferente.

El asunto es que a pesar de los nuevos elementos y que la historia es completamente fácil de entender al adentrarse en ella, quienes no hayan visto la primera inevitablemente no gozarán el gracia de esta segunda entrega. El goce máximo viene justamente de conocer las dinámicas previas de los personajes, para entender sus avances y retrocesos, al mismo tiempo que las decisiones adoptadas ahora cobren un peso más significativo de cara a las transformaciones en los personajes.

Una alteración que también tiene que ver con la forma en que se plantea la mujer en este nuevo panorama. Cuando antes se veía a la figura femenina solamente como un vehículo para erigir una familia y dejar un legado; ahora se la admira como la responsable de una ofensiva política, que toma decisiones y demuestra su desacuerdo cuando los comportamientos de una masculinidad frágil amenaza con pasarla a llevar. Si bien tales planteamientos no están en frente de la trama, sí aparecen establecidos en subtramas que se reflejan sobre todo en Lisa y en las hijas de Akeem, así como también en la estilista del palacio e incluso en Mary (Leslie Jones), la misteriosa amante del rey. 

Eso se entiende porque "Un Príncipe en Nueva York" siempre fue sobre romper las tradiciones, aún respetando a la familia. El viaje era sobre descubrir una identidad. Aquí vemos a un Akeem que se ha traicionado a sí mismo y lo que descubrió antes quedó nuevamente subyugado al peso de la historia y su conservadurismo extremo. Es en ese escenario que su ascenso como rey al mismo tiempo que descubre la existencia de un hijo bastardo, se vuelven sucesos que terminan por remecer su consciencia y despertarlo de la obnubilación por la opulencia y los privilegios de su vida.

En ese trayecto que va en directa colisión con una naturaleza que parecía olvidada, el rey se da cuenta de cómo las cosas que lo rodean han cambiado, sólo le resta evolucionar o quedar obsoleto. A la película le cuesta tomar vuelo, pero una vez que avanza firme, hace gala del humor blanco y familiar que caracterizó a la historia original, que más de una carcajada asegura.

Hay más presupuesto, así que las escenas de baile y canto mejoran su orquestación. Caen homenajes a Prince y hasta la recuperación de íconos como Salt-N-Pepper. En la misma línea continúan abrazando la cultura afroamericana, no sólo fustigando los actos de discriminación que siguen latentes en occidente, sino que también rayando en un par de chistes políticamente incorrectos y aceptando la posibilidad de reírse de sí mismos, en sus tragedias y bondades.

"Un Principe en Nueva York 2" no llega para cambiar paradigmas o ser el próximo eslabón en una retahíla de cambios a aplicar en la industria, sino que, tal como su antecesora, tiene el anhelo de entretener y en ese departamento cumple. Si en el camino te ilumina con algo más, aún mejor. Un buen rato está garantizado y nada más.