Hay un hecho que marcó el desembarco de la Generación Dorada en la selección chilena en 2007. Mientras los Vidal y Sánchez estaban en el Mundial Juvenil de Canadá, la Copa América de Venezuela desató un escándalo para la Roja adulta: el funesto Puertordazo.

La fiesta terminó con seis jugadores suspendidos de la selección y entre ellos Reinaldo Navia, que nunca más volvió a jugar por la Roja, consecuencia que el ex delantero lamentó en conversación con RedGol. "Al final todo termina pasándote factura", asegura.

 

Su relato es autocrítico, pero también revelador de lo que pasó en la madrugada de ese 5 de julio, una jornada de recreación que tuvo la selección y que terminó con la desvinculación de Navia, Jorge Valdivia, Jorge Vargas, Pablo Contreras, Rodrigo Tello y Álvaro Ormeño.

"Lógico que las cosas debieron ser con más precaución y más profesionalismo en su momento, pero no hicimos nada de otro mundo, cuántas de estas cosas no han pasado a nivel de selección", arranca el relato del medallista olímpico.

"Tampoco fue lo que se dijo para haber armado toda esa grande y habernos castigado de esa manera, porque la verdad es que prácticamente a nosotros no nos creyeron lo que dijimos. Pedíamos que mostraran las cámaras para que vieran realmente lo que pasó, pero nunca las quisieron sacar, estaban malas, se echaron a perder justo en ese momento; y los más perjudicados terminamos siendo nosotros", abunda.

 

 

Para Navia fue doblemente perjudicial. "Estaba lesionado y Nelson (Acosta) me dio la opción de volver a Chile, pero me quedé con mis compañeros. Yo me pude ir a Santiago a recuperarme con Colo Colo porque ya tenía todo cerrado; pero tomé la determinación de quedarme con el equipo y terminé perdiendo todo: castigado en la selección, perdí la opción de ir a Colo Colo", lamenta.

Pero vamos con los hechos: "Estábamos con permiso para salir. No tengo por qué mentir, porque no es algo malo. Habíamos clasificado a segunda ronda y quedaban cinco días para enfrentar a Brasil. Jugamos contra México, clasificamos los dos, justo era sábado y el Pelao nos da permiso después de un montón de tiempo encerrados: 'Ustedes tienen la noche libre, hasta las 3 de la mañana" y todos agarraron rumbo a cualquier lado".

"Y nosotros nos fuimos a un bar que estaba cerca del hotel. Cuando fueron las 3 de la mañana nos regresamos, nos fuimos a mi habitación, seguimos la conversación porque andábamos alegres. Nos quedamos hablando de fútbol y nos dieron las 6 o 7 de la mañana", explica.

"Como habíamos cenado a las 9 de la noche nos dio hambre. Bajamos a desayunar y lo que pasó fue un leseo de desayuno. Lanzamos jamón y mermelada, pero más allá de eso no pasó nada. Hasta se habló de que quisimos violar o abusar de una mucama. Jorge Vargas ya había dicho que nos fuéramos a descansar, porque entrenábamos a la tarde", recuerda.

"El jamón no tiene nada de malo. Tirar un jamón es como tirar algo por broma. En el cotorreo a lo mejor con tus amigos uno hace bromas que uno dice 'qué onda con esto'. No es nada grave. A mí en lo personal siempre me tacharon de bueno para el hueveo, de borracho y nunca me vieron en nada más que en las cosas puntuales de la selección", relata.

 

"Nunca me sacaron en una revista, por haber chocado, o porque me encontraran en una disco borracho, muerto de curado o tirado en la calle. Pero siempre me tacharon de borracho y no sé por qué. Me hicieron mala fama en ese aspecto y hasta el día de hoy no falta el que me escribe en redes sociales, '¿una copita?' o 'me dio sed'", se lamenta.

Así terminó la trayectoria de Navia en la Roja, con 40 partidos y diez goles. "Son las cosas que tiene el fútbol. Así como me retiré del fútbol de la noche a la mañana, así fue mi salida de la selección. Pasó eso, se vino el castigo y la nueva generación. Nunca tuvimos la posibilidad de volver, la gente nueva que llegó se quedó con esa imagen y nos cepilló de raíz", completa.