Una de las páginas doradas en la historia de la selección chilena se escribió hace 60 años cuando, en el Mundial realizado en casa, lograron un impresionante tercer lugar que se selló con un triunfo 1-0 sobre Yugoslavia en el penúltimo compromiso de la competición gracias a un tanto agónico de Eladio Rojas.
Seis décadas después, los héroes de esa hazaña siguen revelando anécdotas, especialmente en la noche de la hazaña, en la que las celebraciones fueron limitadas por instrucciones del entrenador Fernando Riera, pero la alegría se desbordó. “Para nosotros la noche final fue un sábado pero quedamos concentrados porque al día siguiente se jugaba la final y se repartían los premios en el Hotel Carrera”, indicó Sergio Navarro a TNT Sports.
“Así que religiosamente cumplimos con la orden de don Fernando pero la disciplina como que se soltó un poquitito pero no con cosas graves porque en primer lugar se habían ido los cocineros así que teníamos hambre y don Fernando me mandó en el bus a comprar pollo, me fui con Tito Fouillioux, Jorge Toro y yo. Nos llenaron el bus de pollo”, puntualizó.
El Capitán siguió dando detalles entre risas de lo sucedido en aquella ocasión. “Volvimos a la concentración y nos estaban esperando hambrientos, no podíamos comérnoslo todo y estábamos tan contentos que tiramos unos pollos”, dijo.
El petardo en la habitación de don Fernando
Luego desclasificó que en la puerta dela habitación del técnico se le puso un petardo y no escondió que el responsable fue Manuel Astorga, aunque en ese momento la culpa recayó en Horino Landa, quien en verdad se encontraba durmiendo. Es por eso que el señalado confesó lo ocurrido.
“La alegría y el entusiasmo fue tan grande que no hallábamos qué hacer y estábamos restringidos por las órdenes de don Fernando, de mantenernos en calma cada uno en su habitación pero bueno, así como mis compañeros no aguantaron tirarse los pollos yo no aguanté y no se me ocurrió nada mejor que poner un petardo en la puerta de don Fernando”, apuntó.
Astorga contó que fueron varios años los que debieron transcurrir para que se supiera la verdad. “Pasó el tiempo, mucho, en que se vino a saber que se vino quién había sido el responsable y tuve que confesar. Fue el entusiasmo, la alegría del momento”, cerró.