Claudio Bravo concedió una entrevista a Players Tribune Football, donde comentó lo especial que fue para él ganar las dos Copa América consecutivas con la selección chilena. Hitos que empezaron a darse el 2014, cuando Chile queda eliminado en el Mundial 2014.

"La derrota contra Brasil nos dejó un sabor amargo, pero también pudimos sentir que algo grande se aproximaba. Teníamos una generación increíble, jugadores del Barça, Arsenal, Juventus", señaló por la convicción que imperaba en el grupo. 

"Estábamos bajo presión, especialmente yo como capitán. No podíamos desperdiciar esta generación. Teníamos que ganar algo. Cuando llegó la Copa en 2015, y en casa, era nuestro momento", confesó el golero del Betis.

Agregó que "por suerte, llegamos a la final contra Argentina. Y otra vez, una consagración en los penaltis. Creo que la clave es la parte mental. Las estadísticas no dicen nada si no puedes meterte en la cabeza de tu rival. Tienes que distraerlo, hacerlo sentir nervioso, hacerle sentir la presión. Así es como ganamos la final".  

Luego se explayó más en lo que fue la obtención de la Copa Centenario. Esto porque en la previa de ese torneo, tuvo problemas que lo llevaron a pensar en bajarse del torneo. "En realidad, yo no iba a ir a la Copa América Centenario en Estados Unidos. Venía lesionado, y nuestra hija más chica, Emma, atravesaba un problema serio de salud".  

Eso lo llevó a mandarse algunos condoros importantes. "Mis primeros dos partidos fueron un desastre. Estaba fuera de forma y distraído. Mi cuerpo estaba ahí en el campo, pero mi mente estaba en casa con mi familia. Me marcaban goles por todos lados y yo me acuerdo de que en el segundo partido, me hacen un gol y pensé 'no estoy listo para competir'".

A pesar de que aseguró que "me sentía muy frágil, decían de todo en los programas de televisión y en las redes sociales", nuevamente la cabeza jugó un rol fundamental. "Llegado un punto, entendí que tenía que recomponerme. Toda mi vida había logrado levantarme cada vez que estaba en el piso", indicó.

"Comencé a pensar en mis responsabilidades como capitán. Teníamos una chance de llegar a otra final. Teníamos un equipo fantástico que merecía ganar más. Sabía que si lograba estar a la altura de mis posibilidades, iba a lograr revertir la situación. Y me dije basta, suficiente". 

Desde ahí, todo se fue por un tubo. "Ganamos los cuartos y la semifinal con nuestra valla invicta. La final fue contra Argentina, y otra vez fue a los penaltis", donde recuerda haber estudiado a los ejecutantes trasandinos, por lo que sintió que sería el héroe esa noche.

"Había visto partidos de los ejecutantes en situaciones de presión, porque cuando la presión es tan fuerte, los jugadores suelen repetir lo que venían haciendo. Me acuerdo del penalti de Lucas Biglia, el último. Había visto los últimos 8 que había pateado, así que cuando vi que arrancaba desde la mitad de la cancha, lo supe. Ya había hecho la parada antes de que él ejecutara", relató Bravo. "Unos instantes después, éramos campeones otra vez. Dos títulos en dos años", agregó. 

Bravo atajando el penal de Biglia en la Copa América Centenario (Agencia Uno)

Bravo atajando el penal de Biglia en la Copa América Centenario (Agencia Uno)

Finalmente señala que "mientras corríamos por el campo celebrando, empecé a llorar. Como padre, había estado miles de kilómetros lejos de mi hija. Como jugador, había sido el capitán de toda una nación, de 18 millones de chilenos. Había empezado mal. Me habían crucificado. La presión había sido enorme. Nunca te olvides de que los futbolistas también somos seres humanos".  

La celebración familiar fue lo máximo. "Un día después, volé de regreso a casa con mi mujer y mis hijos. Emma está bien, gracias a Dios. Celebramos con una cena familiar. Nada especial, como se dice. Aunque para mí, esa fue la cosa más especial del mundo", cerró el capitán de la Roja.

Chile celebró la Copa América Centenario con Bravo levantando el trofeo en el 2016 (Getty)

Chile celebró la Copa América Centenario con Bravo levantando el trofeo en el 2016 (Getty)