El viernes pasado el legendario Roger Federer puso fin a su carrera profesional jugando el dobles de la Laver Cup junto a su amigo y gran rival, Rafael Nadal.
Un último partido lleno de simbolismos y emotividad, en el que se pudo ver a los máximos exponentes de este deporte tomados de la mano y llorando juntos, rompiendo todos los estereotipos de masculinidad.
El gesto de ambos tenistas fue aplaudido por los medios internacionales y mundo del tenis, sobre todo por el poderoso aporte a la desconstrucción de la masculinidad.
En el diario El País le dedicaron una columna que dio que hablar en España y que fue titulada: “Federer-Nadal, una declaración de amor”.
“Para que esos dos hombres junten sus manos y se emocionen al mismo tiempo, sentados en la despedida de uno de ellos, se han tenido que enfrentar 40 veces, se han quitado títulos que ansiaban más que nada en el mundo, se han hecho llorar de rabia y tristeza, se han buscado el uno al otro el punto débil para explotarlo sin misericordia, se han perseguido y citado por todo el planeta durante dos décadas para verse en las finales de los torneos más importantes”, comienza.
Luego, señala: “Todo eso desemboca no sólo en la petición de Federer de jugar el último partido de su carrera en Londres junto a Nadal en el mismo lado de la red, ni en la imagen icónica de dos hombres llorando el uno junto al otro agarrados de la mano, sino en algo impresionante en la historia del deporte por tratarse de una rivalidad tan prolongada: pocos fans de Nadal le desean el mal a Federer, pocos fans de Federer le desean el mal a Nadal. Amarlos no significaba odiar al otro”.
“Una imagen dulcísima y delicada ―una escena íntima de dos atletas bajo la luz pública, los mejores de la historia en su deporte―, que atenta contra un mundo en extinción, el de las emociones reprimidas, la hombría del héroe que no dice te quiero, no besa a otro hombre ni lo lleva de la mano a ninguna parte si no es su hijo”, expresa.
“La del antiguo pero moderno hombre heterosexual que teme que determinados gestos afectuosos puedan malinterpretar sus gustos o ser objeto de burla y sospecha; la del hombre, en definitiva, que teme, frente al hombre que no”, añade.
Al final se lee: “Y así fue cómo, de la manera más natural y sencilla, que es como más profundidad tiene un gesto político, dos tenistas que llevan casi 20 años dando un recital de golpes dentro de la pista ofrecieron uno más, demoledor, fuera de ella; una fotografía que expresa el amor y el respeto al que pueden llegar dos rivales que crecieron queriendo ganarle el uno al otro. Y ni así perdieron algo por el camino”.