El Mundial 2002 marca un antes y un después en la relación de Marcelo Bielsa con la fanaticada argentina, conforme estaban todas las esperanzas puestas sobre un equipo que ganó caminando las clasificatorias sudamericanas y con un plantel plagado de estrellas, tuvo que volver sin pasar la fase de grupos.

En ese equipo brillaba Hernán Crespo, que la rompía en la Lazio (el 2000-2001 compartió camarín con Marcelo Salas), pero el Loco decidió jugarse por la experiencia de Gabriel Batitusta y sentó en la banca al goleador nacido en River Plate.

La discusión dura hasta el día de hoy ¿por qué no alineó a los dos centrodelanteros?. A 18 años de lo sucedido, Crespo cuenta que "pegué el portazo y le di para adelante. Ese equipo volaba, había mucha ilusión pero no nos fue bien en el Mundial. Después consiguió la medalla en los Juegos Olímpicos, pero los Mundiales los terminé con mucho dolor porque no concebía otra cosa que ser campeón. De hecho, nunca miré los partidos...".

El hoy entrenador de Banfield  confiesa que "en realidad la otra vez un amigo me hizo ver un poco, pero antes que eso jamás los había visto. El dolor de la derrota siempre fue tan grande que nunca quise volver para atrás. En esos momentos lloraba lo que tenía que llorar, lo que hiciera falta, y después arrancaba a construir los siguientes cuatro años para el próximo Mundial, con la misma ilusión de ser campeón".

Consultado por la criticada decisión de Bielsa, Crespo no crucifica a su ex DT. " Él entendió que otro era más importante y está bien. Soy un afortunado de haber jugado tres Mundiales, ser del gusto de tres técnicos diferentes no es fácil. Después, en el fútbol, cada uno tiene su librito".