Tibio partido de Colo Colo en Coquimbo. El elenco de Jorge Almirón, quien se fue expulsado, no mostró la jerarquía que prometía en el comienzo del torneo nacional. El golpe ante la U parece haber pegado fuerte. Esta vez ante Coquimbo Unido, hubo pocos jugadores que resaltar.
Brayan Cortés (6): lo poco que le llegaron, lo mucho que tapó. Es el arquero de la selección y eso se nota. Su sola presencia supone más seguridad que Verisure. No estuvo en aprietos en ningún momento, pero tampoco se complicó con los remates que yacieron en sus manos en cada ocasión. Sin resaltar tanto, igual dámelo siempre en mi equipo a Cortés.
Eric Wiemberg (5): ¿Jugó? Claro que lo hizo y en el primer tiempo estuvo un poco más alto que el promedio dejado por el pobre rendimiento de sus compañeros. La pregunta correcta es si entró en la segunda fracción, cuando simplemente su nombre desapareció de la boca de los relatores.
Maxi Falcón (5,5): no jugó un mal partido, pero se le puede recriminar precisamente la que también es una de sus grandes cualidades: el ímpetu. Siempre está dispuesto a ir a la pelota sin importarle quien se lleve por delante. Eso es bueno cuando llega al balón antes y es malo cuando lo anticipan. Además, sus ganas quiere traducirlas en un lenguaje con muchos aspavientos y alegatos constantes. Confunde garra con antipatía. Podríamos decir que “se piteó” al debutante coquimbano, Dixon Pereira. No fue mala leche, en todo caso. Se ganó una amarilla a los 73’.
Emiliano Amor (4,5): si no está Alan Saldivia, una grieta se forma en el fondo colocolino. En esta ocasión, Amor no tuvo grandes fallas o dificultades al parar los ataques piratas, pero la distancia entre las órdenes de su cerebro y sus piernas, parece lejana. Siempre a destiempo. Tan así, que le pateó una pelota en las manos al Mono Sánchez, que le valió su primera amarilla. Sobre el final, dejó a su equipo con uno menos y se salvó de que en los cinco minutos que le restaron al duelo, Coquimbo no marcara. Dos amarillas, igual una roja: planchazo horrendo en un ataque pirata.
Torta Opazo (4): el más bajo del Albo. Las jugadas que pasaban por el lado del Torta simplemente no prosperaban cuando pasaban por sus pies. Sin dudas también vivió injusticias en el Sánchez Rumoroso. El manotazo que recibió en pleno rostro podría haber cambiado el desenlace del encuentro, pero el árbitro lo desestimó, pese a que Opazo pasó largo rato en el piso, esperando el llamado desde el VAR. La amarilla que se ganó a los 64’ fue una muestra de su frustración.
Esteban Pavez (5): si eres amigo de Pavez probablemente lo ames. Si juegas en contra, probablemente lo odies. No pasa desapercibido el jineta colocolino, que mete pata fuerte y responde defensivamente, cuando el partido lo pide. Una pelea con Sánchez es una muestra de que es más difícil de tragar que un jarabe para la tos.
Leo Gil (5,8): fue de lo rescatable de Colo Colo. No solamente porque batalló para generar el fútbol del que el Cacique careció, sino también porque colaboró en defensa. Intentó profundizar, pero sus compañeros no le entendieron ninguna.
Carlos Palacios (5): intentos por brillar, pero poca batería. Carlos Palacios se prende y se apaga, como si tuviera un interruptor. Claro que cuando anda con las baterías correctas, es un fuera de serie. En Coquimbo anduvo con las chinas, elegidas con el pie en la calle. Para ser justo, eso sí, el equipo no lo acompañó mucho.
Cristian Zavala (4,5): poco del extremo ante Coquimbo. Salvo un par de proyecciones por la derecha, el ex Curicó Unido fue un símbolo de lo que le pasó al equipo, sobre todo en el primer tiempo. Cero profundidad y mucha duda en cada pelota. Sin gloria, ni pena su viaje a la Cuarta Región. Salió a los 65’ por Vicente Pizarro.
Marcos Bolados (5,8): otro de los puntos positivos de Colo Colo. Es extraño que en un equipo con tan poca profundidad se resalte el juego de un delantero. Pero lo cierto es que fue de los pocos que, movedizo, se candidateó como carta de gol en el Albo. Un ejemplo claro, la jugada a los 40’, cuando llegó hasta el fondo y mandó un centro rasante, pero el área era un desierto. A los 70’, la más clara del duelo, cuando le quedó mancita de cara a Mono Sánchez. No obstante, la definición de Boladios fue suave, blando, esponjoso, delicado…
Damián Pizarro (4,5): tuvo chispazos de buen fútbol, pero su presencia en el área es fantasmagórica. En el fondo, sabemos que está ahí, pero sólo porque de vez en cuando la transmisión nos lo recuerda. La definición sigue siendo un punto muy débil del delantero albo. A eso hay que sumarle la nula profundidad que le imprime su titularidad al equipo. Entre sus estallidos de buen juego, aquella jugada a los 24’, cuando hizo una doble pared con Carlos Palacios que terminó en un córner. Finalmente, Almirón le perdió la paciencia y lo sacó por Matías Moya a los 59’.
Matías Moya (5): ingresó a los 59’ por Damián Pizarro y tuvo un partido correcto. Pese a ello, fue como un candidato presidencial: prometía un cambio que no llegó nunca.
Vicente Pizarro (5,8): intentó y le dio una nueva energía al equipo. Su ingreso a los 65’ por Zavala generó un poco más de juego ofensivo y el propio Pizarro tuvo un par de tiros, pero que parecían más un Home Run que un remate al arco.
Lucas Cepeda (-): entró a los 90+3’ por Carlos Palacios.