El arbitraje chileno continúa bajo la lupa tras el partido entre Universidad Católica y Santiago Wanderers, donde el referí mejor calificado de Chile, Roberto Tobar, tuvo un cometido discutible. Y, por lo mismo, Javier Castrilli, jefe de la Comisión de Árbitros de la ANFP, ha dado luces sobre la dirección que quiere que tomen los jueces en mandato. De hecho, la primera instrucción fue amonestar inmediatamente a los simuladores, aduciendo que de ahí vinieron muchos de los errores en el duelo de los Cruzados con el Decano.
“Más o menos ya tenemos un pantallazo muy somero de cuáles son las deficiencias. En algunos casos son alarmantes, para qué vamos a esconder la baraja. Hay que decirlo. Tengo el beneficio de inventario también. En muchas cosas la situación está para ser mejorada. En otros temas funciona bien y habría que reforzar, incluso nos hemos contactado con autoridades FIFA que nos han enviado un informe no tan bueno respecto del cuadro de situación. Debemos trabajar con autoridades FIFA y Conmebol para mejorar esto”, comentó el Sheriff en Todos Somos Técnicos de TNT Sports.
Asimismo, el argentino apuntó que “el conjunto de ilicitudes que supuestamente son nimias y van contaminando el juego, la gobernabilidad del juego que es lo más importante de un árbitro para conducir, transgresiones de reglas como ejecutar lejos del lugar convenido, las protestas sistemáticas, laterales mal realizados, simulaciones, cuando se interrumpe el juego y hay una demora que no se ve recuperada, todo eso habla de una conducta permisiva. No es de ahora, estamos en un cuadro estructural de larga data, lo vemos en todos los juegos”.
“Me llama la atención el nivel de irritabilidad de los jugadores entre ellos. En la enorme mayoría de los juegos, y sin querer generalizar, nos damos cuenta que al menor roce se genera un tumulto. Y todo eso es porque los límites son grises, se pierde el límite entre lo permitido y lo prohibido y el partido entra en una vorágine difícil de gobernar. Todo eso contamina hasta la oxigenación de sangre en el cerebro de alguien que debe decidir en un segundo. Esto es un negocio y más allá de lo deportivo, el fútbol debe ser de convivencia armónica. Con el fútbol se educa. Los chicos deben ver cómo se vive con respeto con alguien que piensa distinto”, abundó.
Y ejemplificó: “Si paras a cualquier hombre o mujer en la calle, nueve de cada diez te va preguntar hasta cuándo se van a tirar, hasta cuándo no protegen al habilidoso, cuándo la infracción en mitad de cancha se va a cobrar igual en cualquier lado. La gente en la calles es un gran diagnosticador. Hay que escucharlos, ahí está la verdad. Vox pópuli, vox Dei. Y a eso vamos, a abrirnos, a escuchar, a dialogar y sacar conclusiones, lo que no significa colgar a un árbitro de un poste después de todos los partidos”.
De paso, advirtió que “los jugadores no hacen ni más ni menos que lo que el árbitro le permite. Punto. En cualquier sociedad organizada existe un marco normativo que regula la conducta de las personas. En el fútbol lo mismo. Si no se cumple y se recorre la comodidad y la conveniente, se entra en caos. Todos ejercen un derecho supuesto que no es tal. Dentro de ese caos prevalecen los más violentos, los más poderosos. El fútbol no está para ser una usina de esquemas de corrupción, donde obtenga un resultado fuera de la ley con la complicidad de la justicia. Y que a cambio de eso nuestros hijos y nietos tengan como modelo alguien que comete un gol con la mano y sea ‘La Mano de Dios’. ¡Eso es hacer trampa! Y los árbitros están para evitar la trampa. Excede lo deportivo, es un debate que nos compromete a todos como sociedad. Qué es el ser humano, el ciudadano que pretendemos construir. El fútbol educa, penetra celularmente nuestra sociedad. Tus hijos y mis nietos consumen ese fútbol. ¿Y cuál es el ejemplo? ¿Cómo a través de la trampa se obtiene fama, poder, éxito y dinero? No. Yo creo que nadie puede coincidir que eso es socialmente sano”.
Finalmente, recalcó que los referís “por supuesto que cometen errores, siempre hay atenuantes y agravantes. Pero en el discurso que yo tuve con los árbitros cara a cara, fui claro, concreto y preciso. El que avisa no traiciona. Si cualquiera me trae elementos objetivos, donde se pueda demostrar que un árbitro le falta el respeto a un jugador, técnico o dirigente, ese árbitro deja de ser árbitro automáticamente. Y lo digo en público. No vengo a administrar una crisis. No puedo sancionar por algo ocurrido en la Navidad pasada, porque llevo 40 días, pero ya tienen los primeros lineamientos”.