Cuando un grupo de ricos de ventitantos años planea una fiesta en una mansión familiar remota, la celebración se vuelve mortal, con traiciones, amigos falsos y donde la diversión sale muy, muy mal. Porque, tal como dice el título latinoamericano de la película, trae Muerte, Muerte, Muerte.
El ejercicio de la directora Halina Reijn en Bodies, Bodies, Bodies es tan incómodo de ver como, paradójicamente, entretenido. La película se erige sobre la base de la maldad humana innata, que se detona ante situaciones extremas que ponen a prueba el oculto lado más perverso de los desafiados.
¿Cómo es Muerte, Muerte, Muerte?
En un giro macabro al género de quién-lo-hizo-?, esta historia ubica al centro de los sucesos a un grupo de poco empáticos “amigos” que se someten a un aparentemente inocente juego adolescente que se vuelve su perdición. Esto en medio de un ambiente recluido que acrecienta el escenario para la debacle.
Aislados, sin comunicación en medio de una tormenta, las cosas parecen evolucionar hacia el punto más nefasto posible en un combinado de perfiles psicológicos para analizar de manera sarcástica la Generación Z, los que a pesar de sus exageraciones nunca caen en la caricatura.
Algo hay de la alteración de comportamientos por el uso de redes sociales, también discursos sobre la extrema corrección política, junto con el aprovechamiento obtuso de la información falsa y hasta la distorsión de la preocupación por la salud mental. La película parecía liviana por el comportamiento estúpido-desagradable de sus personajes, pero tiene mucho que decir cuando empieza la cacería entre ellos.
El elenco se luce mentira tras mentira, cuando estallan las verdaderas personalidades de los involucrados. Y se dan cuenta de que no eran tan cercanos, habían varios grados de separación. Habían trapitos para sacar al sol y un tejado de vidrio con trizaduras obscenas.
La culpa, los rencores, las caretas, las omisiones, las traiciones llevadas al extremo, todo aporta para que el guión confunda al punto de que todos se vuelven sospechosos; elevando la tensión atrapante del misterio que parece no tener salida o, si la tiene, definitivamente no va a ser agradable para ninguno.
La amistad queda destruida por las mismísimas falencias de los involucrados. La sinceridad es la principal víctima aquí y llega con sed de venganzade manera despiadada, aportando un considerable flujo de sangre derramada y momentos brutales de presión psicológica, al ritmo de un pop electrónico pegajoso y coloridas combinaciones con la oscuridad reinante.
Todos los personajes quedan expuestos en un huracán de emociones que quiebran esa esencia humana construida a base de egoísmos, lamentos, humor negro y giros cada vez más oscuros.
Pero sin duda el absurdo del detonador de este experimento social es la mayor satisfacción de la película. Porque cuando todo se ha ventilado, el golpe final es desolador. Sobre todo porque durante la película el espectador se pregunta¿merecen morir todos estos jóvenes malcriados y desagradables? Y lo cierto es que luego llega el arrepentimiento de haber siquiera pensado en esa interrogante.
Muerte, Muerte, Muerte funciona mejor de lo esperado. Te hace pasar por distintos estados emocionales. El trago amargo de realidad solo se digiere porque sabes que aún sigues a salvo en la sala, lejos de estar a merced del peor carrete de la historia.