En No Te Preocupes Cariño, Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) tienen la suerte de vivir en una ciudad experimental de la compañía en donde los hombres que trabajan para el Proyecto Victoria de alto secreto están con sus familias. El optimismo por el estilo de vida de la sociedad en los años 50 que tiene el Director General, Frank (Chris Pine), visionario corporativo y Coach Motivacional de Estilo de Vida, ancla todos los aspectos utópicos de la vida diaria y unida en el desierto. Pero cuando empiezan a aparecer grietas en su rutina, exponiendo algo mucho más siniestro que se esconde bajo la atractiva fachada, Alice no puede evitar cuestionarse exactamente qué están haciendo en Victoria, y por qué.

Desde los crípticos trailers se sabía que la nueva película de la actriz/directora Olivia Wilde escondía algo. Todo lo idílico de la apuesta, inspirado por el a estas alturas vapuleado Sueño Americano exudaba un misterio que parece a todas luces atractivo y hasta seductor en sus colores y perfección.

Entonces se encamina a exhibir la misoginia corporativa de la figura masculina como proveedora y sostén de la familia vs. el rol únicamente doméstico y trivial de la mujer, en una sociedad que parece que quiere mantenerlas a oscuras cuando se trata de responsabilidades cruciales o siquiera determinantes en una vida cuidadosamente estructurada.

El postulado parece girar en torno a las dinámicas de los cultos o sectas, al sometimiento de reglas impuestas por una forma mesiánica gestora de grandes posibilidades laborales y la realización del hombre en la camaradería. Mientras, en casa, la mujer bajo sometimiento queda relegada a compartir con sus pares en meras actividades recreativas. Pero la curiosidad mata al gato y la oveja que escapa del rebaño termina trasquilada, sobre todo cuando extraños sucesos comienzan a tomar lugar rompiendo la rutina de una ama de casa.

No Te Preocupes Cariño | ¿Cómo es la película con Harry Styles y Florence Pugh?

Los planteamientos están. Pero de tan sobre expuestos se vuelven monótonos. Más de una hora en la película y se sigue viendo lo mismo, mientras los anzuelos para capturar la atención, así como también para erigir la tensión, prácticamente no existen.

En medio de un tórrido romance, que no se queda corto en erotismo irradiado en pantalla, la historia se construye de una manera poco atractiva y a pesar de que Florence Pugh entrega una actuación descomunal que prácticamente sostiene con vida la apuesta, eso no es suficiente para darle un alma adecuada.

Superada más de la mitad de su duración, se van revelando los primeros indicios de lo que ocurre y hay que concederle la osadía del verdadero rostro de ese retrato perfecto. La idea detrás de la cortina es interesante y las conexiones que se establecen también. Pero ese sustento llega demasiado tarde, cuando prácticamente ya no conectaste con la falsa armonía del inicio.

Aún así, todavía quiere pregonar algo más: el agobio carcelario de las relaciones tóxicas llevado al extremo y el quiebre de la ignorancia/negación de la parte cautiva, quien lucha por romper el lazo abusivo.

Así, Wilde entrega una historia de realidad alternativa más emparentada con The Matrix (1999) y Existenz (1999) que con The Truman Show (1998) o The Village (2004). Simulacro y simulación pero en un envase triste, pobre. Cualquiera sea el título que se venga a la mente, el espectador podrá darse cuenta de que los conceptos son similares y ya se habían visto antes en mejor forma, por lo que la originalidad se va a la basura.

Y es que, además, cuando lo que rodea la película es más jugoso que la propuesta cinematográfica misma, está última ya está perdida. El despido de Shia LaBeouf por desavenencias con Pugh; el amor despuntando entre la directora y Harry Styles; la supuesta enemistad entre Wilde y Florence; además del aparente escupo de Styles a Chris Pine en Venecia; ciertamente son más seductores en su morbo que la producción que en esta instancia convoca.

No Te Preocupes Cariño parecía atrayente, un cosquilleo en la curiosidad, un extraño guiño a la ciencia ficción; pero finalmente es un producto irregular, que flirtea con el aburrimiento y deja la sensación de que algo más se podría haber hecho, sobre todo en los enlaces de sus piezas. Wilde lo había hecho tan bien en Booksmart (2019), pero perdió el encanto para ésta.