El tenista australiano, Nick Kyrgios, fue uno de los protagonistas de la serie documental de Netflix, Break Point, donde reveló detalles de sus inicios en el tenis y cómo sufrió por el descontrol.

“Los primeros cuatro o cinco años de mi carrera fueron muy caóticos. Cuando Hors (su representante Daniel Horsfall) estaba de gira conmigo cuidándome, cuando básicamente solo él me cuidaba, podía ver que mi salud mental disminuía cada semana. Mi vida estaba como fuera de control: bebía todas las noches”, señaló el último finalista de Wimbledon.

En la misma serie aparece su representane, Daniel Horsfall, quien recordó: “Solía tener tu ubicación en mi teléfono y algunas mañanas buscaba físicamente dónde estabas, en qué hotel estabas, en qué casa te hospedabas antes de los torneos, antes de un partido. Eso fue duro”.

Kyrgios luego reflexiona: “Pensé, ‘está bien, no puedo seguir haciendo esto. Tengo que ser más amable conmigo mismo’. Por mi salud mental, nunca podría ser uno de esos jugadores que juega todo el año. No pude hacer eso. Valoro demasiado a mi familia, a mis amigos más cercanos y a Cosi (Hatzi) como para anteponer el tenis a eso. No creo que sea saludable”.

“Realmente no tengo ninguna expectativa ahora con mis partidos. Sólo quiero salir a jugar y divertirme, quitarme la presión y luego podemos vivir una vida más normal. Es mucho mejor así, eso seguro”, añadió.

También habla su madre Norlaila: “Siempre estaba enfadado al principio de su carrera, se volvió agresivo. Me preocupo por él todos los días porque ha pasado por momentos realmente infelices”.

Kyrgios también recordó cuál fue el momento en que se di cuenta que podía llegar lejos: “No sabía lo bueno que era. Cuando tenía 17 años, pensé que tenía un crecimiento acelerado, luego comencé a deslizarme y moverme y las cosas se pusieron bastante serias… 2014, tuve mi gran éxito en Wimbledon y mi vida cambió. Pasé de que nadie supiera quién era a que la gente acampara fuera de mi casa. Ese partido lo cambió todo”.

Finalmente, sobre su carácter en la cancha, comenta: “Pierdo mi mierda por las pequeñas cosas que suceden ahí fuera. Tengo un fusible tan corto. Es casi como un hábito. En el fragor de la batalla soy dos personas diferentes. A veces cruzo la línea que es solo mi pasión, esa es solo mi emoción. Millones de personas te miran y no estás jugando lo mejor posible. ¿No estarías frustrado y enojado? Tengo que dejarlo salir”.