¿Qué demonios acabo de ver? La pregunta parece un ritual cada vez que terminas una película en cuyos rincones se encuentra el cerebro de Charlie Kaufman haciendo combustión. "Pienso en el final" no es la excepción.

Ahora estamos ante una película de horror psicológico, en la que una joven mujer examina las incertidumbres que le plantea su actual relación, mientras viaja a conocer a los padre de su novio. Lo que no sabe es que el encuentro decanta en una serie de eventos inesperados.

Lo que ya parece un encuentro lo suficientemente horroroso e incierto, se vuelve aún más crítico cuando comienzan a presentarse fenómenos que tienden a desdibujar la línea entre lo real e imaginario. Pero ¿qué es tangible y qué no en esta historia? He ahí la contagiosa incertidumbre que la película te inyecta en los ojos.

Una vez que se concreta el encuentro con los padres, las cosas parecen un descenso en picada hacia el verdadero y perturbador escenario contra el que impacta la protagonista. Cada vez que abre puertas, se da de golpe con nuevas perspectivas sobre su pretendiente, lo que acrecienta su inseguridad sobre la relación.

Curiosamente, en un punto ella misma comenta "es más fácil decir que sí, antes que decir que no" y tal frase es el sustento de la incómoda travesía que ocurre en medio de una alucinógena tormenta que azota los vehículos y propiedades que albergan a los protagonistas como metáfora del caos emocional en el que están sumidos. Esto en medio de un descampado rural en que no deja de penar una devastadora soledad, a modo de lienzo para pintar el exhaustivo examen mental de sus propios principios y creencias.

La historia es reducida, cuenta con pocos personajes y actuaciones sobresalientes de Jessie Buckley y Jesse Plemons, pero crece aún más gracias a sus enormes postulados filosóficos, cuyos diálogos terminan por describir a una mujer -cualquier mujer- ante la constante necesidad de plantar frente a prejuicios y concepciones misóginas que una sociedad transmite a través de sus creaciones culturales; y un hombre - cualquier hombre- incapaz de lidiar con sus familiares y su pasado, lo que deriva en la imposibilidad de construir nuevos lazos, transformándose en blanco de burlas para luego retraerse en el aislamiento y la soledad.

Cuando se esgrime el argumento de que algo no da pie a dobles lecturas como un valor, “Pienso en el final” encuentra su potencial en una idea radicalmente opuesta: sembrar dudas sobre dudas, para que sea el espectador quien construya sus conclusiones sobre los personajes que se fusionan en este mix.

Ese es el mejor truco de una película: cuando te deja dando vueltas ideas en la cabeza para comprender lo que su creador realmente quiso manifestar o no; sobre todo en tiempos en que el cine continúa entregando todo digerido para que el observador sólo se hipnotice con visuales rimbombantes, pero que sus neuronas permanezcan como el chispero de una cocina sin gas que nunca acaba por encenderse.

"I’m Thinking of Ending Things", con su ritmo inestable y sus constantes cambios de ánimo, probablemente no conquistará a todo el mundo. Pero si se siente atracción por apuestas inquietantes, diferentes y desafiantes, la nueva entrega de Charlie Kaufman es la indicada.