En un pueblito Ohio y sus alrededores, conviven siniestros personajes -un pastor profano (Robert Pattinson), una pareja muy retorcida (Jason Clarke y Riley Keough) y un sheriff corrupto (Sebastian Stan)- en torno al joven Arvin Russell (Tom Holland), quien lucha contra las fuerzas malignas que lo amenazan a él y a su familia.

La advertencia es válida de entrada: si estás buscando algo "color esperanza", ésta no es tu película. Dicho eso, "El Diablo a Todas Horas" viene a retratar el lado más triste de la vida, ese costado donde la herida es más punzante. Allí donde arde, escuece y duele la lesión, justamente, desde ese rincón emana esta historia. Los personajes evolucionan dentro de su propio rango de tristeza. Siempre condenados, siempre con la carga de un pasado que no les pertenece, pero que les pesa como si lo hubiesen vivido.

La acción se ambienta entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam, sabiendo lo que los conflictos bélicos provocan en los seres humanos. El lienzo es un Estados Unidos rural con dos localidades perdidas en el espacio que rinden tributo al refrán “pueblo chico, infierno grande”, para despedazarlo y hacerlo aún más sufrido.

El efecto agobiante se siente en el ambiente y aunque la trama se emplaza lejos de las trincheras, los protagonistas quedan marcados por las cicatrices que uno de ellos experimentó en su paso por el Ejército, mismas experiencias en las que luego otra de las partes culpables verá una posible vía de escape de su propia realidad miserable.

 

Lo que se describe es terrible, cierto, y se hace difícil de digerir, sobre todo en tiempos en que la distancia pone a prueba los sentimientos y detona análisis introspectivos; pero es imposible dejar de mirar este drama con un retorcido relato hipnótico.

La desolación de esta entrega de Netflix se completa con la fachada de la religión, a modo de un conjunto de creencias ocupadas como excusa para todo tipo de sucesos que terminan corrompiendo la moral. Cuando se apela a una fuerza superior para que guíe los pasos y ésta no responde, sólo queda el desmoronamiento de la fe. Tal pérdida se traduce en la aparición de personajes perversos, la culpa, la violencia, los abusos y la sangre.

Mientras, una imagen granulosa que no deja de bullir ante los ojos acentúa la sensación de una atmósfera ponzoñosa que cae una y otra vez en las tragedias que apuntalan la película. Parece que no hay escape de un mal inherente a la humanidad. Porque, claro, además una pareja de asesinos seriales cierran el cuadro definitivo.

Resulta chocante pero positivo ver a Tom Holland despojado de su "eterna buena onda" para sumirse en el papel de un joven traumado por su familia en un descenso en picada hacia la perdición. No estamos acostumbrados a un perfil serio y rudo de su parte, logro que ahora conquista gracias a constantes ojos llorosos e impulsivas reacciones.

En tanto, Robert Pattinson en su rol de predicador pervertido es absolutamente abrumador y despreciable. Cuando sabes a lo que va pero no quieres creerlo, lo más impactante es que cumple con una interpretación convincente y en la forma más vil posible. Sin duda, es para escalofríos.

Una de las escenas más sobresalientes de la entrega la tienen ellos dos y prácticamente convierten una pulcra iglesia en un antro decadente sólo con su intercambio.

"The Devil at All Times" es una película densa, con una narrativa inquieta que se repliega y se quiebra en sí misma. Profundamente dramática y sin concesiones a la hora de ser explícita, la apuesta del director Antonio Campos te inyecta una dosis cargada de realidad para retratar una sociedad que busca ocultar lo que la carcome desde su interior, pero que le resulta imposible invisibilizar, porque, más allá de todo lo escandalosas que puedan ser sus situaciones, es un vivo reflejo del lado más oscuro de la naturaleza humana. Para verla a riesgo propio.