En Avatar: El Camino del Agua o Avatar 2, Jake Sully y Neytiri, ahora padres, hacen todo lo posible para mantener unida a su familia. Cuando acontecimientos imprevistos los obligan a abandonar su hogar, los Sully viajan por los vastos parajes de Pandora para finalmente llegar al territorio dominado por el clan Metkayina que vive en armonía con los océanos que los rodean. Allí, los Sully deben aprender a navegar tanto el peligroso mundo marino como la incómoda dinámica de ganarse la aceptación de la nueva comunidad.

Avatar: El Camino del Agua es una de las razones por las que vamos al cine: obtener esa gratificante sensación de asistir a una aventura improbable que te termina conquistando por entregar una experiencia realmente impresionante.

Tiene asombrosas escenas de acción estrepitosamente grandilocuentes y otros momentos para machacarte el corazón; la tensión se deja sentir por el cariño que evocan los personajes, incluso los que recién conoces; los diseños de producción son alucinantes con nuevos humanoides, maquinarias, paisajes, colores y texturas, provocando que la película se vea mejor que cualquier otro trabajo en CGI actual -las escenas bajo el agua son simplemente hermosas-. Con mucha razón James Cameron dijo que su película no tiene punto de comparación con las películas de Marvel, ese universo no tiene nada que se le acerque: la entrega está a otro nivel en materia del aprovechamiento de la última tecnología posible.

Eso sí, no hay que extrañarse si se perciben cambios visuales a través de las secuencias que construyen la historia. La entrega está registrada en 48 cuadros por segundo, el doble de lo que acostumbra a ver el ojo humano en el cine; por lo que los movimientos se perciben de una forma hiperrealista sobre todo en las escenas de acción y en las tomas acuáticas, pero es una decisión estética a partir de una herramienta que se aprovecha por sobre todo en formato 3D. De hecho, para las proyecciones convencionales esto no es determinante y prácticamente no se notan los saltos entre las distintas frecuencias de fotogramas por segundo.

¿Cómo es Avatar: El Camino del Agua?

Pero más allá de la hazaña técnica, Avatar: El Camino del Agua es una obra sobresaliente porque su universo se sostiene y amplifica, junto con generar ese anhelo por conocer más.

La temática ecológica continúa más potente que nunca, con un vistazo despiadado al lado más oscuro y malvado del ser humano. Esa esencia profunda de consumismo desenfrenado que conduce al aprovechamiento de los recursos naturales sin mediar las consecuencias del desequilibrio generado en el ecosistema. Un cuestionamiento al capitalismo más brutal y salvaje de absorber cuánto se pueda, ignorando por completo los efectos perjudiciales en el resto o en su contexto, para el beneficio de los pocos que puedan pagar. Básicamente, la idea de que 'tomo esto porque vale millones y el daño que provoca no importa si me otorga beneficios'. Una actitud de egoísmo e individualismo tremendo.

Mientras, la exploración de las dinámicas familiares en situaciones extremas siguen siendo la columna vertebral de la saga. Los conflictos entre padres e hijos dan para reflexionar largamente. El miedo de los adultos por el riesgo que corren sus retoños, al mismo tiempo que los hijos buscan desenmarañarse de la red de protección para explorar las cosas nuevas del mundo; sólo puede generar empatía e identificación en los espectadores. Todo muy sensible, todo muy reconocible; es la esencia de la pertenencia a una comunidad en su núcleo más íntimo, reflejado en Jake y Neytiri, además de sus 4 hijos.

Aunque, por otro lado, está la relación entre Spider y Quaritch que queda al debe. No está bien delineada en sus emociones mayormente contenidas que luego desembocan en comportamientos que pueden parecer relativamente extraños en medio de lo que sucede.

Quizás los procesos de adaptación para insertarse en una nueva cultura pueden parecer medianamente repetitivos en la película, porque la primera ya los indagó generosamente, pero se le perdona por la nueva ambientación. También obtiene la absolución por algunos detalles y personajes que son abandonados a mitad de camino, así como ciertos aspectos mágicos/místicos que cobran relevancia pero que quedan con explicación pendiente. Sin duda, incógnitas y cabos sueltos que deberán resolverse en las próximas entregas. Es que prácticamente estamos a mitad de camino.

En el fondo, se trata de un espectáculo colosal y absoluto como sólo James Cameron sabe hacer, y que se debe ver en la pantalla más grande y con el mejor sonido posible. La recomendación es apreciarla en IMAX 3D, si se busca tener la experiencia en su magnitud completa. Aunque verla en otros formatos no la arruina, porque la película es compleja en su tejido de tramas, contundente en sus apuestas visuales y sorprendente por toda su variedad de atractivos. Avatar: El Camino del Agua te lleva a pasear por todos los estados emocionales en sus 3 horas y 12 minutos que te dejan pidiendo otras tres horas más de Pandora a la vena.