Everton sufre una gran transformación durante esta semana, luego de que el mexicano Pedro Cedillo dejara la presidencia del Ever Forever luego de siete años, para darle paso a dos mandamases: el español Miguel Torrecilla, que ejercerá las funciones ejecutivas, y el viñamarino Cristian Castro, a cargo de lo corporativo.
En su salida, Cedillo reconoce que “ganar un título es una espina que me queda clavada”, aunque a la hora de hacer un balance objetivo de su legado como mandamás Oro y Cielo, el ejecutivo mexicano queda con saldo a favor.
En sus 114 años de historia, Everton suma cuatro títulos de Primera División (1950, 1952, 1976 y 2008) y una Copa Chile (1984). Desde 1944 ha pasado 67 temporadas en Primera y 14 en la B. De hecho este siglo había castigado bastante a los viñamarinos, con siete temporadas en el Ascenso y con pérdidas millonarias en sus arcas.
Algo que quedó en el olvido desde el 2016, cuando el Grupo Pachuca de México se hizo controlador de Everton. Ahí emerge la figura de Pedro Cedillo, quien se instala como primer presidente de esta nueva era. Bajo su mandato se logró una estabilidad inusual, con siete temporadas consecutivas en Primera. Actualmente Everton marcha quinto, a cuatro puntos del liderato y en puestos de clasificación a copas internacionales. “Lograr la estabilidad del club fue nuestro sello como administración”, resume Cedillo.
Éxito deportivo
En lo deportivo, se consiguió devolver a los viñamarinos a competencias internacionales, clasificando por primera vez a una Copa Sudamericana (2017), lo que se repitió en otras dos ocasiones (2018 y 2022). Eso junto al añorado regreso a la Copa Libertadores después de 13 temporadas (2022), la que tercera ocasión en su historia jugó el equipo.
En el ámbito nacional, se llegó dos veces a una final de Copa Chile (2016 y 2021), cayendo ante Colo Colo en ambas ocasiones.
Otro de los focos fue el trabajo en las series menores, consiguiendo que el 50% del plantel profesional actual esté conformado por jugadores criados en casa. Asimismo, rescató de las sombras al equipo femenino y fundó escuelas de fútbol de Everton por todo el país.
Económicamente también hubo un avance: el club pasó de perder más de $1.000 millones por temporada a menos de $100 millones cada año, dándole más solvencia al club viñamarino.