“Ganar o perder, pero siempre con democracia”. Quizá ningún otro enunciado resume de mejor manera el sentir de todas y todos los hinchas que luchamos por que el fútbol vuelva a ser democrático en Chile.

Pocos han entendido de manera tan lúcida que la democracia es un principio y un valor inherente a cada ámbito de la vida humana como lo hizo Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, más conocido simplemente como Sócrates −futbolista, médico, ídolo, capitán de la selección de Brasil, mundialista en España 82 y México 86 y revolucionario.

Desde que existen las repúblicas, algunos (acaso la mayoría) han creído que la democracia es esa cosa media abstracta que reaparece cada cierto tiempo en periodos de elecciones, olvidando que en realidad está presente en cada momento y acción que tiene lugar en las sociedades contemporáneas (o la mayoría de ellas). Sin embargo, Sócrates no era como la mayoría: era un revolucionario.

En Brasil, a comienzos de los años 80s, cuando el país aún se encontraba atado por las cadenas de una dictadura que se arrastraba desde 1964, Sócrates entendió que, desde el fútbol, y en particular desde su club, el Corinthians de São Paulo, se podía dar una lección al mundo entero acerca de cómo debían conducirse los procesos sociales y la gobernabilidad, ya fuese que se tratara de un club de fútbol o de un país. Fue así como nació lo que la historia conocería como la “Democracia Corinthiana”.

Desde luego no fue sencillo. Hubo que destrozar paradigmas para poder dar paso a este nuevo sistema dentro del equipo del Este de Sao Paulo. Todo, desde la hora del almuerzo hasta la elección del DT, pasando por el horario de las detenciones para orinar en los viajes y los gastos, todo lo decidían bajo consenso los miembros del club a través del voto. Desde ese gesto, el voto, posteriormente se fue conformando un modelo de gestión donde todo se decidía mediante la participación y la expresión de todos quienes conformaban el club.

Tras eso, y por “eso” quiero decir políticas bien pensadas y responsables, vino el éxito: Corinthians fue bicampeón paulista en 1982 y 1983. Ahorro, inversión responsable, contrataciones informadas y el compromiso de los jugadores emblemas de no dejar el equipo hasta verlo en lo más alto, fueron las razones por las cuales Corinthians la descoció en esos años.

Aunque resulte difícil de dimensionar, el movimiento dentro de Corinthians fue fundamental en la concientización del pueblo brasilero, que vio en el fútbol una forma de hacer política y construir sociedad. Con compañas escritas en las mismísimas camisetas, como “Día 15 vote” (en referencia a las primeras elecciones de gobernador en muchos años) y “Direitas já” (“directa ya”, que se refería al movimiento social y político que exigía elecciones presidenciales), Corinthians jugó un rol importante en el regreso de la democracia a Brasil, que finalmente se produjo en 1985 con las elecciones presidenciales.

Actualmente, en Chile, la gente suele creer que ya no hay dictaduras contra las cuales luchar. Ni se hable de usar el fútbol como punta de lanza para generar transformaciones sociales. Peor aún, hay miles de personas que creen que fútbol y política no se mezclan, sin entender que el fútbol se rige por políticas (la ley de sociedades anónimas y el plan estadio seguro son políticas, por ejemplo), ya sean externas o internas. No entienden que la política está en todo, incluyendo el fútbol. ¿Qué diría el Doctor Sócrates de esto? Algunos me dirán: no diría nada, porque la situación del Chile de hoy es muy distinta a la del Brasil de los 80s. Estoy seguro de que se daría cuenta de que las realidades son diferentes, pero dudo que se quedase callado al ver que la democracia no existe en el fútbol chileno. Algo diría, y nada bueno.

Lo real y concreto es que sí existe una dictadura en el fútbol chileno: la del poder del dinero. Es lo que se denomina plutocracia. Explicado en simple: los que tienen la plata toman las decisiones. ¿Suena familiar para el hincha de la U que lee estas líneas? Debería, porque es lo que pasa en Universidad de Chile con Azul Azul S.A., en desmedro de las y los hinchas. Ellos, los once directores con los mayores paquetes accionarios, son los que tienen el poder, ellos deciden; nosotros, las y los hinchas, solo acatamos. Y no importa cuán en desacuerdo estemos, ellos deciden, siempre.

Lo paradójico es que somos nosotros los que damos vida, carne y hueso al club. Sin nosotros, la gente, la U no sería más que una empresa a cargo de un equipo de fútbol, una cosa amorfa sin identidad ni espíritu. ¿Cómo se explica esta injustica? ¿Cómo se explica que quienes son el alma de un Club no tengan derecho ni siquiera a votar por quién debe conducir el proceso? ¿Cómo puede ser que el que manda sea el que tiene más plata? Qué injusticia.

Los clubes de fútbol, más que cualquier partido político u organización, tienen un poder casi mágico para congregar a las personas. Muchas de esas personas tienen el legítimo anhelo de hacer de su sociedad algo mejor. Quieren, por ejemplo, combatir la violencia, terminar con la desigualdad de género, inculcar valores como el respeto y la solidaridad en los más chicos, generar espacios de inclusión, etcétera. ¿Pueden hacerlo? La respuesta es NO.

Planteemos el siguiente escenario como ejemplo. ¿Qué pasa si un grupo de hinchas tiene la idea de que antes de cada partido del equipo adulto de la U, haya un preliminar de fútbol femenino, para ir dándole difusión y que se avance en la igualdad de género? Si la idea es buena o mala, podríamos discutirlo, que la gente lo decida. Sin embargo, mientras no pueda presentarse en una asamblea para que sea votada, solo queda ahí, en el universo de las ideas. Otro grupo de hinchas tiene la idea de que los jugadores canten el himno antes del pitazo inicial, tal y como lo hacen los hinchas. ¿Es una genialidad o una pelotudez? Discutámoslo, votémoslo, en democracia.

Estoy dando ejemplos básicos, solo quiero que se entienda la idea de que en el debate está la riqueza. En la decisión colectiva hay un valor que no tiene el mandato de un patrón de fundo. Bien podríamos discutir si el gerente deportivo debe seguir en su cargo, o la política de visitas de los hinchas al centro de entrenamientos, el modelo de desarrollo para las divisiones inferiores, el número mínimo de jugadores formados en casa que debe usar el DT, etcétera. Son miles las cosas que podríamos decidir, para bien o para mal, porque nunca habrá garantía de decidir bien, pero al menos sería en democracia. Ya saben: “ganar o perder, pero siempre con democracia”.

¿Qué hacemos? ¿Cómo se lucha contra todo esto? Lo primero es tomar conciencia del problema. Luego viene lograr que esa conciencia sea colectiva, tal y como lo hicieron en Corinthians hace más de 30 años. Después viene definir qué transformaciones queremos y tras eso pelear por ellas. En eso estamos hoy en la Asociación Hinchas Azules, peleando porque las y los hinchas vuelvan a tener su espacio. Estamos dando pelea por modificar la ley 20.019 de Sociedades Anónimas Deportivas, para que de algún modo los espacios democráticos dentro de la U y todos los equipos del fútbol chileno vuelvan a abrirse.

Es difícil, sin duda. Dicho proyecto acaba de pasar a su siguiente trámite constitucional y veremos como organización si podemos seguir proponiendo mejoras, pero se hace difícil cuando son tan pocos los hinchas que saben de él y muchos menos los que hacen algo al respecto. Además, no tenemos un Sócrates de nuestro lado dispuesto a pelear. Es doloroso decirlo, pero a los grandes ídolos de la U, los que defienden la camiseta dentro de la cancha, conceptos como democracia les son muy ajenos. Sería lindo escuchar a Herrera o Pinilla decir alguna vez que las y los hinchas deberían tener el derecho a participar del Club, pero parece improbable. Ojalá pase, pero hasta acá, solo podemos confiar en nosotras y nosotros, las y los hinchas. Solo de nosotras y nosotros depende construir una Democracia Bullanguera.

“La U es su gente” no es solo una frase. Es una verdad suprema por la que vale la pena luchar.