Matías Almeyda está muy cerca de convertirse de manera oficial en el nuevo entrenador de la selección chilena, lo que marcará un hito en su accidentada carrera en el fútbol profesional. Es que el ex mediocampista ha vivido el cara y sello del fútbol.
La mejor prueba está en River Plate, donde ganó la Copa Libertadores en 1996 -le hizo un gol a Universidad de Chile en semifinales-, pero también padeció el único descenso de la historia en 2011. Y luego se puso al mando del equipo como entrenador, para subir a Primera.
Otro capítulo importante fue el de Quilmes. Volvió desde Italia a Argentina en 2005 y una serie de diferencias con la dirigencia determinó su alejamiento del equipo y posteriormente decidió retirarse oficialmente de la actividad, por primera vez.
Ahí escribió una carta en solidaridad con su compañero Nelson Vivas. “Cuando hablo de pureza no quiero que crean que soy perfecto por ser puro, me refiero a la pureza deportiva en la que yo siempre creí y la voy a defender a muerte”, firmaba “El León de Azul”.
Este sobrenombre terminaría marcando su vida. Pese a que en River le decían Pelado, por el corte de pelo que lució al llegar al equipo millonario, su larga cabellera y liderazgo en el campo le representaronmejor con el felino mayor.
Y Azul por Azul, la ciudad de 50 mil habitantes donde nació en 1973 y que se ha convertido en su refugio espiritual. Tanto, que su segunda hija se llama precisamente Azul, nombre que además lleva tatuado en el pecho junto a sus otras dos descendientes, Sofía y Selena.
De esta manera, el técnico argentino lleva siempre grabados su origen y su futuro, en un testimonio de los aspectos más relevantes de su vida y el sostén de su carrera como entrenador profesional.