La vida de Lionel Messi marchaba sobre ruedas a comienzos de julio de 2021 cuando logró lo que más se le había hecho esquivo, un título con la selección de Argentina, al obtener la Copa América logrando la victoria 1-0 sobre Brasil en el mítico Maracaná donde recibió en 2014 uno de sus golpes más fuertes al perder la final del Mundial a manos de Alemania.
Por primera vez tomaba unas vacaciones sin ese desazón de no poder regalarle una alegría a su país, especialmente tras las dos caídas a manos de Chile en 2015 y 2016. Desde ese momento cocinaba su séptimo Balón de Oro y se preparaba para renovar con Barcelona, el club de sus amores, ahora con Joan Laporta a la cabeza brindando confianza.
Arribó a la que ha sido su casa para firmar un nuevo contrato, dispuesto a rebajarse la mitad de su salario, lo máximo que permite la reglamentación en España, para ayudar a los blaugranas en su profunda crisis económica pero llegó la sorpresa. Esa cifra también era imposible de pagar. Fue el 5 de agosto en el que se confirmó en una reunión entre ambas partes que no había la fórmula mágica para que el amor fuera eterno.
La prensa española dio aviso de lo que parecía imposible pero que se confirmó en un comunicado del club azulgrana: Messi se iba y no había vuelta atrás. Con 10 ediciones de La Liga conquistadas, cuatro Champions League, tres Mundiales de Clubes, tres Supecopas de Europa, ocho Supercopas de España, siete Copas del Rey, seisveces Bota de Oro, seis Balones de Oro y 672 goles más 268 asistencias en 778 partidos terminaba la era más gloriosa de jugador alguno en cualquier club del mundo.
Despedida y explosión de crisis
El 8 de agosto todo llegó a su fin con el rosarino pisando por última vez el Camp Nou en una conferencia de prensa con la presencia de hasta ese momento todos sus compañeros. Lágrimas, agradecimientos y abrazos de adiós al dejar una institución a los 13 años cuando su talento encandiló tanto que sus problemas hormonales de crecimiento pasaron a un segundo plano. De la firma improvisada en una servilleta al adiós con todas las copas que obtuvo.
El PSG se ponía en el horizonte, dos días después fue anunciado oficialmente generando locura en la capital francesa. La ilusión de juntarse con Kylian Mbappé y su amigo Neymar en el equipo estremecieron el fútbol mundial, por primera vez Messi usaría otros colores.
Pero la tristreza del futbolista en ese momento no es comparable con el sufrimiento de la entidad culé. La salida de su estandarte se sumó a la del año anterior de Luis Suárez, en 2017 la de Neymar, sumado al retiro de Xavi Hernández y la marcha de Andrés Iniesta al fútbol japonés. Si bien quedan baluartes como Gerard Piqué, Jordi Alba y Sergio Busquets, los grandes interprétes de la era dorada del club ya son pasado y el presente es complicado.
Así comenzó la temporada en tierras catalanas, con el criticado Ronald Koeman a la cabeza y su ciclo solo duró dos meses más tras malos resultados en La Liga y dejando hipotecada la clasificación a los octavos de final de la Champions League. A pesar que los descalabros de Roma, Anfield y 2-8 ante el Bayern Munich tuvieron en cancha a Messi, en la actual edición quedó en evidencia que la competitividad del equipo era sostenida en gran medida por el transandino.
Un dato claro es que con el PSG Messi solo anotó cinco tantos en la fase de grupos mientras que Barcelona, solo llegó a conseguir dos. Esos tristes números los dejaron de tercero en su grupo, resignándose a tener que disputar la Europa League, donde enfrentara a Napoli en dieciseisavos de final.
Horizontes distintos
Las situaciones del futbolista y el club español son radicalmente distintas. El zurdo de 34 años aún debe terminar de engranar en PSG, señalado por no cumplir todas las expectativas que genera su gran plantilla y a nivel individual debe mejorar pues en Ligue 1 solo tiene un gol en 11 partidos, además de cuatro asistencias. En el torneo local van encaminados al título pero su prueba de fuego está en Champions League, teniendo que enfrentar a Real Madrid en octavos, una serie llena de morbo por muchos frentes.
Barcelona, desde que separó su camino de Messi, es ahora un equipo irreconocible. Son séptimos en La Liga y ahora con Xavi Hernández en el banquillo parecen dar algunas señales de vida de la mano de una interesante camada juvenil, pero las expectativas están muy abajo, al punto que la temporada será un éxito si clasifican a Champions. El resto de esta campaña dirá a qué parte le fue mejor con el divorcio forzado.