La espiritualidad es el tesoro que alimenta el alma humana. A veces, podemos sentir esa alineación de espíritu y acción, otras veces nos sumergimos en una oscuridad cómoda que no nos permite avanzar en un camino esperanzador. Uno de los dolores comunes que tenemos algunas personas, de las cuales me identifico, e incluso es posible que sea para un gran porcentaje de la población mundial; es el dolor de dejar ir, querer retener algo y finalmente; fundirse en universos ya explorados y poco agraciados.
El trayecto de la vida nos impulsa a encontrar la verdad de nosotros mismos. Cuando descubres tu verdad, el precio para mantenerla será indiferente a ti. Lo importante siempre será conversar esa fuente que te mantiene en pie. Aquella reflexión apareció en mi mente al presenciar el concierto de Mon Laferte en Movistar Arena, en el marco de su Autopiética Tour, título homónimo a su último y octavo álbum de estudio.
La composición y tesis de este espectáculo hace referencia a un culto hacia su historia de vida, personalidad; marcando un antes y un después de forma tajante, y la dicha de haber llegado a la cumbre, tras previamente caminar sobre las piedras descalza. Nos muestra la autopoiesis de una mujer: producirse a ella misma desde la autonomía en el medio que habita.
Mon Laferte ya no se defiende, ella sabe cuál es su voz
Un Movistar Areno lleno esperaba a la cantante chilena mexicana. Hasta que apareció con una puesta en escena marcada principalmente por imágenes proyectadas y que creaban un espacio onírico en cada canción. Su primer hit fue “Tenochtitlán”, que contiene una letra de los insultos y obstáculos que recibió para posicionarse como artista y también dando a conocer los comentarios misóginos y despectivos hacia el talento o intelecto de una mujer. De esto se trata toda la idea que impulsa esta gira: la lucha, insistir; porque no existe otra forma ni manera.
Le sigue “Volveré”, una de las canciones más emotivas para mí, porque relata su historia con sonidos experimentales. Su casa en la población Gómez Carreño, el no tener oportunidades como artista y la promesa de comprarle una casa a su madre y abuela, pero que ella no pudo disfrutar al morir antes de verla triunfar.
“Pornocracia”, “Amantes Suicidas”, “40 y MM”, se incluyen en el repertorio.
Pero no todo es melancolía, en las siguientes interpretaciones el show se vuelve una fiesta que incluye un desfile queer, en en el cual también pasea con su madre y saca aplausos del público.
El segmento que viene a continuación, son sus éxitos anteriores como “Mi Buen Amor”, “La Mujer”, “Aunque te mueres por volver”. En algunas de esas interpretaciones aparecen fotografía de cuando era pequeña, secuencias de su participación en el programa Rojo. ¿La identidad de esas canciones quedó en el pasado?
De ese modo, el público asistente traspasaba generaciones; niñas, adolescentes, jóvenes y señoras, disfrutaban a concho y cantaban a todo pulmón las creaciones de la artista.
Pero ahora que cantamos con todo el aire dentro, Mon se sienta con su silla y su guitarra, acompañada de su otro guitarrista, dice: “¿están listos para llorar?”. Ese bloque del concierto, se puede traducir como: “esta soy yo y vengo a cantarles”, interpreta “Se me va a quemar el corazón”, “¿Por qué me fui a enamorar de ti?”, “El Cristal”, entre otras con un formato más íntimo y que dio pie para grandes invitados.
Manuel García y Nicole acompañan a Mon Laferte
Los artistas nacionales acompañaron a Mon en las interpretaciones de “Si tú me quisieras” y “La Danza de las libélulas”, siendo un momento especial y sorprendente para el público. Asimismo, también se reflejó la admiración mutua entre los compositores chilenos y el agradecimiento a Laferte por invitarlos sobre el escenario.
Ver el apoyo entre artistas siempre será un agrado de contemplar.
Un final profundo
A lo largo del tiempo, he pensado que a través del dolor se obtiene una obra artística pura y original. Ese es el resultado de la intimidad y como también sabemos, la trascendencia del testimonio hacia lo político. Las siguientes canciones son “A Crying Diamond”, una grandiosa canción en inglés perteneciente al álbum 1940 Carmen, en la que habla sobre el abuso a una niña por parte de un hombre 40 años. Luego le sigue “Amor Completo”, una de sus más conocidas, entre otras canciones.
“Ha sido hermoso cantarles esta noche”, declara Mon, como también, afirma que ha extrañado las costas y amigos de Chile.
Finalmente, su última canción presentada en formato íntimo fue “Tu falta de querer”, la cual siempre es un éxito cuando la interpreta. Es ahí que con una mirada emotiva, alegre, pero también cansada anuncia el término del concierto.
Sin embargo, la gente quiere más e insiste en que la artista vuelva a subirse al escenario. Finalmente, ella abierta al deseo de quienes la escuchan, canta “Casta Diva”, una interpretación de un aria de la ópera Norma, de Vincenzo Bellini, en la que su protagonista Norma le dirige sus plegarias a la luna y que simboliza la espiritualidad femenina en el deseo de la reflexión y los misterios profundos, de respuestas para entender lo divino y el anhelo de la compasión.
Sonidos experimentales cierran esta interpretación y con un apagón de luz, el show se da por terminado. La transformación celular de Mon Laferte se refleja desde su interpretación; sus deseos ahora son otros; obtuvo respuestas de ella misma y de la mano, el camino a una transformación ha sido escuchado.