Una pareja que se creía funcional y bien encaminada se enfrenta a un duro proceso de divorcio, en el que sus integrantes ponen en la balanza los pros y contras de lo que los unía, sabiendo que el lazo de un hijo en común sólo hace más difícil la separación.
Muchos fuimos testigos de esto cuando chicos, desde el otro lado, y no lo entendimos. Verlo sin una pizca de artificio en pantalla es desgarrador e ilustrativo al mismo tiempo. Amor interdicto, desencuentros, una escalada de ataques cuando el vínculo aún no está completamente roto, los intentos por aparentar, el quiebre definitivo, los borrones y cuentas nuevas que arrasaron con una vida que ni siquiera estábamos conscientes que la teníamos. Tú ahí, en medio del fuego cruzado.
Se viene abajo el mundo, pero aún así hay que seguir adelante. El frente económico está devastado, la trinchera emocional es una zona inhóspita que no se termina de comprender. Un hijo de por medio sigue atando todo y su protección es fundamental. Quizás no para todos, para algunos eso no es suficiente para mantener la paz. Tanto dolor. La película es tan real, que es inevitable identificarse y sigue doliendo.
Scarlett Johansson saca a relucir todo el potencial interpretativo que la pirotecnia de sus otras películas opacan. Mientras,Adam Driver aprovecha de mostrar una veta de sensibilidad con la que asombra por más de un pasaje. Una pareja protagonista descomunal, para una historia con los pies tan en la tierra, que en un momento te tiene sonriendo y al siguiente te toca el nervio preciso para detonar una lágrima en la comisura del ojo.
Decir intensa es quedarse corto, plantearse como encantadora es su trampa. Cuando otras películas te proponen sus historias en blancos y negros, el bien y el mal, héroes y villanos; “Historia De Un Matrimonio” conmueve escarbando en todos los grises de una relación de pareja al borde del colapso. Su simpleza impresiona, su sensibilidad cala hondo y su sinceridad es abrumadora. Gigante lo de Noah Baumbach.