A sus siete años, Maite Burboa ya sabe lo que es escuchar su nombre entre las mejores del continente. A fines de octubre, la pequeña gimnasta del Colegio Mayor Peñalolén se coronó campeona de salto en el Santo Domingo Gymnastics Classic, torneo internacional que reunió en República Dominicana a delegaciones de doce países. Allí, entre más de 700 participantes, Maite subió al primer lugar y vivió una jornada inolvidable. “Fui muy feliz. Había mucha gente y estaba muy contenta porque me di cuenta de que todo lo que aprendí con mis profesores funcionó”, recuerda ella. Su gran hito deportivo, además, coincidió con el título local que su colegio obtuvo en la Liga Escolar de Gimnasia Artística 2025, donde fue distinguida con el premio “Promesa Deportiva”.

Maite practica gimnasia artística desde los tres años, cuando veía series del deporte en televisión e intentaba imitar cada postura, al principio, como si fuesen juegos. Hoy entrena tres veces por semana en el equipo del Colegio Mayor Peñalolén, donde disfruta especialmente las estaciones, los aparatos y el trabajo en equipo. “Me gusta apoyar a mis compañeras, escuchar a los profesores y estar tranquila cuando compito”, asegura, con una madurez que sorprende para su edad.

Fuera del gimnasio, Maite es una niña inquieta, sensible y muy creativa. Le encanta dibujar, ver series como Mini Espías y Amigos Imaginarios, y disfrutar películas como Las Guerreras K-Pop y Harry Potter, saga que ve con sus padres. También ama el agua: pasa horas en la piscina y, cuando puede, practica saltos ornamentales en el Estadio Nacional, una actividad que complementa con entusiasmo.

El cariño de la familia de Maite Burboa

Su papá, Jair Burboa, kinesiólogo deportivo, la describe así: “Es muy sensible y regalona. Le gusta el agua y es sorprendentemente valiente. Con su hermano mellizo, Lucas, se atreven a hacer cosas que yo jamás habría intentado a su edad. Y algo que me encanta es cómo se preocupa por los niños más pequeños: siempre quiere incluirlos y adaptar los juegos para que todos participen”.

Su mamá, Bárbara Abud, complementa esa imagen: “Maite es tierna, alegre y entusiasta. Cuando algo le gusta, se enfoca hasta conseguirlo, y eso me llena de orgullo. La pintura es su manera de expresar emociones y la gimnasia, su forma de volar”.

El oro internacional conseguido en República Dominicana marcó un antes y un después para la familia. Su papá resume la experiencia en tres palabras: orgullo, susto y responsabilidad. “El orgullo es inmenso, claro, pero va más allá del podio. Es ver la felicidad en su rostro después de superar su propio desafío. El susto tiene que ver con el camino que podría elegir más adelante; sé lo exigente que es el alto rendimiento y los sacrificios que implica. Pero si Maite decide seguir ese rumbo, tendrá nuestro apoyo incondicional”.

Su madre comparte esa emoción: “Verla crecer en la gimnasia ha sido un proceso hermoso. Sus logros internacionales son importantes, pero lo que más nos llena es verla disfrutar, valorar su esfuerzo y sonreír esté donde esté en el podio. Eso nos da tranquilidad y nos confirma que estamos acompañándola como corresponde”.

Antes de competir, Maite tiene un pequeño ritual: escuchar música, principalmente Las Guerreras K-Pop. Ya en modo competitivo, prefiere concentrarse en los consejos de sus entrenadores para mantener la calma. “Me ayudan mucho a mejorar”, afirma.

Cuando se imagina el futuro, su respuesta surge espontánea: “Me gustaría volver a representar a Chile en otro país y que nos vaya todavía mejor. Me encantaría ir a México o Estados Unidos. Ver a niñas de tantos países fue muy bonito y quiero repetirlo”.