En 1988, un grupo de 15 jóvenes comenzó a destacar en los partidos de Universidad de Chile, ubicándose bajo la barra oficial, conocida como Imperio Azul.

A pesar de las constantes derrotas del equipo y el ambiente desalentador de aquella temporada, estos hinchas alentaban sin descanso, agitando sus poleras y exhibiendo lienzos con mensajes como “Devotos del Bulla” y “Con la U siempre”, marcando el inicio de una nueva forma de apoyar al club.

Con el tiempo, este grupo fue creciendo y consolidándose, dando origen a una barra que, diez años después, se convertiría en un movimiento masivo integrado por miles de jóvenes, adolescentes y adultos, todos unidos por el amor a Universidad de Chile, en un fenómeno que trascendió el ámbito futbolístico.

A pesar de las polémicas, “Los de Abajo” se consolidó como un fenómeno social y cultural que modificó la relación entre los hinchas y el fútbol nacional. Pero como siempre, en torno a conocidas figuras, también se levantan los mitos.

Los mitos en torno a Los de Abajo

Durante principios de los 90s, según retrata el medio Barrabrava.net, a medida que “Los de Abajo” ganaban notoriedad como una de las barras más activas y controversiales del país, el interés de los medios de comunicación aumentó significativamente.

Diarios, canales de televisión y revistas deportivas comenzaron a cubrir este fenómeno social que despertaba tanto admiración como preocupación.

En esos años, “Los de Abajo” comenzó a ganar relevancia, lo que preocupó a distintos sectores por su capacidad organizativa y métodos confrontacionales. Esto motivó investigaciones por parte de las autoridades y medios de comunicación, que incluyeron infiltraciones dentro de la barra.

Las conclusiones a las que llegaron, sin embargo, generaron polémica: Se acusaba a los barristas de ir al estadio exclusivamente a generar desmanes, ignorando los partidos mientras cantaban, saltaban e incluso realizaban “bailes extraños” que incluían empujones y agresiones.

También se habló de las grandes influencias de movimientos culturales. Se vinculó a la barra con integrantes de movimientos punk y thrash, argumentando que estas subculturas explicaban las conductas violentas.

También se hablaba de la presencia de partidos políticos, en donde se afirmaba que el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL), de extrema izquierda, estaba infiltrado en la barra, utilizando sus acciones como plataforma para maniobras políticas.

Una de los mitos más llamativos involucraba la supuesta simbología satánica en donde señalaba la presencia de integrantes con cabello largo, ropa negra, cruces invertidas y tatuajes, asociándolos a prácticas satánicas.

Ante estas conclusiones, las medidas sugeridas eran drásticas: desmantelar la barra y eliminar cualquier apoyo financiero o logístico. Sin embargo, los recursos económicos de “Los de Abajo” eran escasos, dependiendo casi exclusivamente de sus propios miembros.

El presidente del club en ese entonces, Rodrigo Norero, adoptó una postura severa alineada con estas medidas. Prohibió el ingreso de los miembros de “Los de Abajo” a la sede del club, negó cualquier tipo de apoyo institucional y expulsó a los socios de la barra de los registros de la CORFUCH.

Esto llevó a la hinchada a reunirse en espacios alternativos como plazas, casas particulares o bajo la Torre Entel. Sin embargo, esta acción subestimó la profundidad del vínculo entre “Los de Abajo” y la identidad de Universidad de Chile, la cual persiste hasta el presente.