Los virales de fútbol dan la vuelta al mundo con jugadas raras, goles espectaculares, momentos emocionantes del deporte rey y también hay de las otras, historias tristes, de esas que calan hondo y generan empatía rápidamente.
Precisamente es lo que pasó con Murtaza, un niño afgano que vivía en Jaghori, lugar donde disfrutaba de patear el balón junto a sus amigos con una camiseta argentina hecha con una bolsa de plástico y que en el dorsal tenía escrito con un potente plumón negro: 10 Messi.
Fue el hermano mayor, Homayoun, de entonces 15 años, el que subió la imagen a Facebook. “Nuestro vecino había botado bolsas de plástico de hacer las compras, y Murtaza las recogió para que yo le hiciera una camiseta de Messi”, le confesó Homayoun a AFP.
Conocida la historia, Messi a través de su club Barcelona, primero, le envió un equipo completo y meses después cuando el club azulgrana se fue de gira a Qatar, el pequeño Murtaza pudo conocer a su ídolo, el que esta vez le regaló una camiseta auténtica usada por el argentino y un balón de fútbol.
Todo este final feliz de la historia, se trizó por el efecto devastador de la guerra. Los Talibanes se hicieron de Jaghori, cuna del pequeño Murtaza, lugar tranquilo y que estando inmersa en la cruda realidad del combate, al menos era sindicada como “lugar seguro”. Sin embargo, esta tranquilidad se vio interrumpida a principios de noviembre, cuando juastamente la familia del niño afgano fue obligada junto a 2/3 de la población a abandonar la ciudad, dejando atrás no sólo una vida… también los regalos que Messi le dio al pequeño fanático.
Murtaza después de conocer a su ídolo, vivió con el miedo a que lo secuestraran. Sus vecinos creían que la familia había recibido una gran suma de dinero de parte del astro argentino, vivían con miedo y cuando esto decantó, chocaron de frente con la dureza del conflicto y la verdadera invasión talibana.
Desde Jordania el niño que como tantos en esa situación se tuvieron que convertir en hombres rápidamente recuerda con nostalgia los regalos que tuvo que dejar en su antiguo hogar. “Las dejamos detrás en Jaghori. No pudimos traerlas porque dejamos la casa durante la noche, y mamá me pidió que dejase la pelota y las camisetas”, le confesó Murtaza a la agencia de noticias EFE.
El relato del infante que se robó los corazones de millones de fanáticos del fútbol, golpea por lo duro, indigna por lo fuerte y no deja impávido a nadie. “Echo de menos nuestra casa en Jaghori, aquí no tengo un balón y no puedo jugar al fútbol o salir fuera“, cuenta.
Pese a que los Talibanes retrocedieron, la familia de Murtaza prefiere quedarse en Jordania por miedo y viven hacinados en un pequeño departamento en Kabul con la ayuda de familiares y una ONG.
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