De Juan Román Riquelme se ha escrito mucho. Pero todavía quedan páginas en blanco para la historia del trascendental jugador argentino y superestrella de Boca Juniors. Y alguna que puede ser escrita por chilenos.

Es el caso del preparador físico Hernán Torres, que de la mano de Claudio Borghi estuvo a cargo de Román en dos periodos, primero con la camiseta de Boca Juniors y luego con la de Argentinos Juniors.

“En Argentinos conocí al Román sin las 40 cámaras diarias en Casa Amarilla, casi terminando su carrera, muy humano, muy cercano. Y en Boca, a un Román-dios. No ídolo, un dios. Nunca había conocido un jugador-dios. Conocí jugadores ídolos, pero él es un jugador-dios“, reconoce en conversación con el programa Después te Explico de RedGol.

El PF se tardó en comprenderlo. “Después entendí cosas que me molestaban de su forma, después entendí por qué era así. Es distinto a todos, en la forma como piensa, como siente, como juega, como vive, en todo. Pero es un tipo que cuando tú tienes cercanía con él es muy distinto a la apariencia”, describe.

En todo caso, para Nano Torres “los egos de él están, no sé si existealgo, más arriba que el sol, como para poder entender. Pero es un tipo que entiende mucho de esta actividad y tiene algo mágico. Él llega a Boca y Boca es campeón. No sé cómo explicarlo desde lo deportivo, pero el tipo tiene una magia”.

Por eso, relató una vivencia que lo dejó marcado: una charla de Román. “Cuando vuelve a Argentinos, se hace el equipo para ascender y fueron (Matías) Caruzzo, el Lobo Ledesma y todas las figuras”, introduce.

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“Riquelme me dice en el primer partido que necesitaba tres minutos para hablar con los compañeros. Y yo di mi arenga, faltaban cinco y salí un poco antes. Y él dijo ‘muchachos: estoy volviendo: lo único que les pido es que hagan lo que saben hacer'”, recuerda.

Entonces fue uno por uno: ‘tú no amagues, porque lo tuyo es quitar y entregar’, “tú cuando la tengas en el medio y tengas el espacio pásamela a mí’. Y así fue, uno por uno detallándole a los compañeros un tema difícil“, relata.

Es que el volante no rehuía sus deberes. “Es difícil encontrar un jugador así. Cada vez que el equipo estaba en alguna complicación, siempre quería la pelota y siempre decía que había que jugar con él”, agrega.

Y cómo era en la cancha: todo un dios: “Él sabe que tiene una responsabilidad, que produce un efecto en el equipo contrario, en el árbitro, en el guardalínea, el técnico contrario, que cruza la cancha a saludarlo, que la figura del otro equipo quiere pedirle la camiseta y el árbitro también. Él siente todo eso y juega con todo eso. Con los tiempos de la pelota detenida, con con la amarilla, a buscar el foul fuera del área. Juega un ajedrez dentro de la cancha”.