Colo Colo obtuvo la Copa Libertadores en 1991 dándole a Chile el primer triunfo internacional de su historia. Logro que ningún otro elenco ha podido repetir en 30 años, demostrando lo complejo que es disputar el torneo continental de clubes más importante de Sudamérica.
Un camino que los jugadores albos seguramente piensan que era imposible de andar sin la gran cantidad de cábalas que empezaron a crear, lo que terminó transformándose en un ritual sagrado. Y todo eso era encabezado por un jugador: Daniel Morón.
El Loro empezaba temprano con la rutina. Se levantaba, agarraba el diario que le dejaban afuera de su pieza, luego lavaba los guantes, el periódico lo leía en la piscina del Sheraton (aunque hiciera un frío terrible), se iba en su auto junto a Mirko Jozic al estadio, en el camarín nadie podía hablarle, se ponía calzoncillos rojos, marcaba las líneas del área, tocaba el travesaño con los codos… era una cosa de locos. “Si las contara todas, podría hacer un libro”, ha comentado el portero que impuso el amarillo en el Cacique.
Pero el plantel entero era creyente de estas tradiciones. Por ejemplo en Ecuador, cuando en primera ronda fueron a jugar contra Barcelona y Liga de Quito, empezó a sonar la famosa canción Sopa de Caracol, del grupo hondureño Banda Blanca. Si no le suena el nombre, seguro que al leer watanegui consupu, iupipati iupipati se le hará más familiar. Esa parte de la letra es idiomagarífuna, la lengua de los descendientes de esclavos africanos mezclados con la población amerindia de las islas caribeñas. Nunca más dejaron de ponerla camino a tocar la Copa.
Otras tradiciones que hubo en ese equipo era la caravana que hacían en sus autos particulares para dirigirse desde el hotel al Monumental, el que durmieran en las mismas piezas los mismos futbolistas, que el paramédico Carlos Velásquez les diera la mano a todos los titulares a la salida del túnel y la presencia de Álvaro Ormeño en el vestuario, el hijo de Raúl, quien era el amuleto de Jaime Pizarro.
Un episodio desconocido es la presencia del famoso perro Ron en la final ante Olimpia, quien fue pedido como cábala para ese encuentro por la dirigencia encabezada por Eduardo Menichetti. Esto luego de que le solicitaran a Carabineros que mandaran el mismo contingente que estuvo ante Boca Juniors en semifinales, por lo que el famoso can estuvo presente esa noche del 5 de junio de 1991.