A pesar de sus flaquezas, hay historias que tienen más vida de la que merecen, porque sus pequeños encantos detonan un alcance inusitado. De esa veta cinematográfica emana “Maleficent, Mistress Of Evil”, una secuela que no aprende mucho de los errores de su antecesora, planteando una trama ante la que el espectador siempre puede ir 5, hasta 10 pasos adelante, anticipando inevitablemente lo que va a pasar.

La propuesta es evidente, avanzando sobre camino seguro, eludiendo la frescura de una incertidumbre que puede conducirte a una sorpresa y, cuando el viaje va a medio recorrido, cae en sobre explicaciones que tienden derechamente a aburrir.

Damos un salto hacia adelante y la locura de la última media hora se ve llamativa, te vuelve a conectar, te despierta para que no llegues con los párpados a medio cerrar a los créditos. Pero esa diversión no te compensa el todo.

Pasa que, al igual que en la entrega de 2014, en “Maleficent 2” lo que adorna este mundo es su mayor atractivo, en diseño de personajes, vestuarios y paisajes, sobretodo en lo desapegado de lo humano. Por eso dan ganas de seguir mirándolo. Incluso cuando la iluminación o los balances de color delatan diferencias entre fondos verdes y actores o locaciones reales.

Pensando en que aquí son las mujeres las piedras angulares, en la línea de lo positivo se suman algunas caracterizaciones. Imposible ignorar lo que transmite Michelle Pfeiffer. Es realmente seductor verla retratando la maldad, no esa juguetona de su Gatúbela, sino que una cargada de odio y discriminación; lo que en conjunto con los ángulos contrapicados que la enaltecen, funciona perfecto con el discurso fascista de usar el terror para controlar al pueblo y obligarlo a combatir las diferencias o cambios sociales, lo que termina haciendo que su personaje sea tan repudiable.

En tanto, el garbo de Angelina Jolie en el rol titular sigue siendo magnético, es como si Maléfica siempre hubiese estado destinada a ser interpretada por ella, con el maquillaje que deforma su rostro incluido. Funcionó en la primera, también acá, aunque la veamos más abierta a sensibilidades.

Lamentablemente, Elle Fanning nunca termina de convencer, aunque su rol es el eslabón que une todo, sigue siendo inofensiva. Mientras que los hombres aquí son decorativos y está bien que así sea, con un rey que pareciera siempre distraído y un príncipe que jamás salvará el día, porque es tieso hasta para derretirse por su amada.

A fin de cuentas, el imaginario de “Maléfica, Dueña Del Mal” es su mayor logro, porque en términos narrativos y de giros en la historia, no propone nada llamativo o deslumbrante que se quede contigo, salvo por el mensaje de abrazar la diversidad, derribar limitaciones y conciliar posturas, para lograr la armonía.