A casi treinta años de la muerte de Raimundo Tupper en 1995, los hinchas de Universidad Católica dicen que "un 20 de julio jamás será un buen día". En el aniversario de la partida del lateral de Universidad Católica y la selección chilena, recordamos la columna que escribió Francisco Mouat en una edición histórica de la revista Don Balón, cinco días después.

"Hay que respirar hondo, muy  hondo antes de escribir sobre Raimundo Tupper y su manera de morir. Pero imposible no hacerlo. Las razones, las posibles explicaciones de su último vuelo, fatal, son a partir de ahora y para siempre un misterio desentrañable sobre el cual no quiso dejar mayores pistas.

Él mismo decía que su mirada era lo más expresivo que tenía. Olvidaba algo muy importante: que como futbolista también se expresaba en la cancha, y aun cuando a muchos su juego les pareció frío, lo más destacado del Mumo en el campo de juego fue su actitud simple, limpia, inteligente, casi angelical, con que se desplazaba por las bandas, atacando o defendiendo, en busca de una armonía y una felicidad que a ratos encontraba y a ratos se le extraviaba.

Durante mucho tiempo luchó Raimundo Tupper para vencer las lagunas que había en su juego. Él mismo decía: a veces me desconcentro y me cuesta mucho volver. Pero a pesar de estos altibajos, era tal su calidad técnica y el esfuerzo que puso en mejorar, que poco a poco se ganó el espacio para ser titular indiscutido en el único club de su vida, la UC, y además para ser nominado a la selección chilena.

Fue en 1993 su mejor temporada en la cancha, cuando conquistó el vicecampeonato de Copa Libertadores y cuando se convirtió lejos en el mejor lateral izquierdo del Campeonato Nacional. En esos tiempos, Mirko Jozic dijo al Mumo: para la selección, al único que veo indiscutido es Raimundo Tupper.

El año pasado lo tuvimos en la premiación de Don Balón, y agradeció como era su costumbre, con una modestia increíble y con esa sonrisa también angelical, el cuadro que le obsequiaron por estar entre los número uno de nuestro fútbol.

Esa noche estuvo su hermano Pepe con él en el Sheraton, disfrutando y gozando en el medio de un salón donde se hablaba de fútbol, el tema que siempre le apasionó. Pepe miraba a su hermano menor con cariño y admiración. Yo sabía que era así, porque a Raimundo, a Mumo, lo descubrí a través de su hermano Pepe.

No había día en que habláramos con Pepe y apareciera Raimundo en la conversación. Al verlo jugar en San Carlos, siempre reparé en los asientos con nombre de sus padres, en el nervio y entusiasmo que ponían para seguir a la UC y a Mumo semana a semana, y nunca dejó de conmoverme ese vínculo.

Hoy pienso en ellos, en su familia, sus amigos, sus compañeros de equipo, no puedo abandonarlos, son sin duda las principales víctimas de esta muerte súbita, repentina, que nos tiene respirando hondo y sin respuesta, apenas con el dolor y la incertidumbre de no saber si había algo que lo hubiese retenido acá, en la tierra, en la cancha, donde sí se expresaba en busca de algo que ahora sabemos no fue suficiente para mantenerlo físicamente con nosotros".

- Extraído de Memorias Don Balón