El artista malagueño regresó a nuestro país para brindar dos conciertos en el marco de su nueva gira “La Cuarta Hoja” que también tiene como fin, promocionar su último álbum del mismo nombre. Pablo y su desplante honesto, coqueto y visceralmente bello, sorprendió a las y los asistentes del público con su entrega a corazón abierto sobre el escenario, logrando así, un espacio que permitió abrirse a la vulnerabilidad del amor, y esa sensación de cuando nos encontramos en el otro.
Nacer, amar, morir, y acá vamos de nuevo
Puedo dar fe de que quienes asistieron al concierto de Pablo Alborán, lograron sentir a flor de piel sus canciones. Sus letras navegan el ciclo de una relación amorosa, tanto en la fase del pleno enamoramiento, como en la etapa de las dudas y el desamor. El artista malagueño se funde en esta experiencia de vida, siendo un imaginario infinito que lo empuja a parir imágenes, metáforas y emociones corporales, las cuales obtienen un lugar en el lenguaje y brotan una curiosidad en los oyentes sobre cómo se sentirá ser querida o querido.
Asimismo, la belleza en lo simple es lo que nos da vida para seguir caminando en un mundo lleno de crueldad y guerras que asesinan a pueblos como en Palestina. De ese modo, Pablo destaca el detalle de la nota, del café en pareja, y toda la observación de actos que permiten componer una canción que nos dirija al origen del amor.
Cada canción que presentó Pablo Alborán mostraba una puesta escena e imágenes abstractas que expresan el sentir de la creación musical.
Uno de sus éxitos que fueron protagonistas en el comienzo de su concierto fue “Tabú”, y fue acompañado por unas luces azules que rodeaban todo el Movistar Arena. Luego sería el turno de “Voraces” sin antes enunciar un bello mensaje a las seguidoras y seguidores de Chile: “Mi corazón, mi alma, mi cuerpo, mi voz siempre están aquí”.
“Gracias por hacer posible que los sueños se hagan realidad. Sois mi segunda casa, mi segunda familia“, agrega el artista.
Tras este cariñoso mensaje, el éxito que llega es “Si hubieras querido”, una composición que nos habla del desamor y de profundizar dónde quedaron los recuerdos, las alegrías y caricias que tuviste en una relación. Pero luego, vendría otra canción que impulsó al público a gritar de forma eufórica: “Saturno”.
Al terminar esta canción que relaciona la distancia lejana con las memorias de un amor, el artista malagueño se veía bastante emocionado, incluso al verlo así, brindaba una experiencia mayormente sensible que incluía lágrimas en los ojos, sonrisas y un viaje lleno de melancolía.
Cuando se veía nervioso, Pablo se tapaba los ojos, aquel gesto evocaba ternura, nerviosismo y agradecimiento. Pero no había cabida para contemplar por mucho tiempo porque era el turno de una notable interpretación de “Que siempre sea verano”, conformada por una escena parecida al flamenco, donde el artista cantó a viva voz frente a un talentoso guitarrista.
Y cuando la mayoría de los asistentes tenía el corazón con sus venas bailando, se presenta una propuesta de matrimonio en el público, y toda la gente comenzó a gritar y aplaudir por ese memorable momento. La joven lloraba de felicidad, su rostro reflejaba un estado de amor, de sorpresa, de vivir.
Finalmente, Pablo cierra su conciertos con éxitos como “Amigos”, tema de su nuevo álbum y que presenta una colaboración con María Becerra, una de las artistas argentinas más escuchadas del momento y que próximamente se presentará en el Festival de Viña del Mar 2024.