Las rosas son conocidas por su belleza y fragancia, admiradas por su simbolismo asociado a menudo con el amor y la pasión. Sin embargo, detrás de sus delicados pétalos se esconden espinas que pueden resultar, para algunos, incómodas e incluso dolorosas al tacto.
Estas espinas, técnicamente conocidas como pinchazos o pinchace, son estructuras afiladas que sobresalen de los tallos y sirven como un mecanismo de defensa natural para protegerse de los herbívoros y otras amenazas externas.
A continuación te explicaremos un interesante estudio publicado en la revista Science en el cual aborda la genética de las espinas presentes en diversas especies del génenro Solanum, este incluye cultivos como tomates, berenjenas y papas.
Entonces, ¿cómo se forman las espinas?
Para comprender su desarrollo, un equipo de investigadores internacionales se dedicó a analizar las espinas y rastrear su origen.
A diferencia de las espinas leñosas de algunos arbustos y árboles, las que están presentes en las rosas y otras plantas no están compuestos de tejido lignificado. En cambio, se originan a partir de células epidérmicas que se alargan y endurecen, formando estas estructuras puntiagudas.
Este proceso está regulado por una compleja interacción de señales hormonales y genéticas dentro de la planta. Una hormona clave en este proceso es la citoquinina, que juega un papel fundamental en la división y expansión celular.
El estudio descubrió una familia de genes llamada Lonely Guy (LOG), la cual es el elemento crucial en la formación de espinas y han existido casi 400 millones de años.
Es este gen el que “obliga a la planta” a producir las espinas, demostrando así que poseen una flexibilidad evolutiva, puesto que LOG está presente en todas las plantas.
¿Podrán existir plantas sin espinas?
El hallazgo no solo ofrece una nueva perspectiva sobre la evolución de estos mecanismos de defensa, sino que también tiene implicancias significativas para la agricultura y la horticultura.
Esto porque la investigación abre la posibilidad de eliminar genéticamente las espinas mediante técnicas como CRISPR, lo que provocaría por producir rosas, tomates, moras y frutillas, entre otros, sin estas molestas pinchace.
¿Te imaginas una producción agrícola sin este importante método de defensa?