Los Ángeles Lakers consiguen su 7ª victoria de la temporada sufriendo hasta el último segundo. El binomio entre LeBron James y Tyson Chandler empieza a dar sus frutos, aunque el triunfo de los angelinos sobre los Hawks fue una combinación del talento de ambos con grandes dosis de genio y lucha hasta el último segundo, literalmente.
Con los de Atlanta un punto arriba en el marcador gracias a una canasta de Vince Carter a poco más de un minuto para el final, LeBron James falló dos tiros libres a 20 segundos del término del encuentro. Sin embargo, primero el propio James con un mate soberbio y luego Chandler con un tapón sobre Trae Young en la última posesión del partido, que era para los Hawks, lograron salvar a los Lakers de una nueva derrota que hubiera sido letal a nivel anímico.
Finalmente, 107-106 para Los Ángeles Lakers con un LeBron James que fue el máximo anotador del partido con 26 puntos, 4 asistencias y 7 rebotes. Pero cabe destacar el nuevo talismán de los Lakers: Tyson Chandler.
Desde la llegada del ex de los Phoenix Suns, los Lakers han jugado tres partidos y han ganado los tres. Quedan así en la parte media de la tabla de clasificación de la Conferencia Oeste que lideran los Golden State Warriors muy a la par con los Portland Trail Blazers, próximo rival de los Lakers.
El efecto LeBron James empieza a funcionar
Tras la victoria in extremis de los Lakers ante los Hawks, LeBron James ha confesado a los medios que estuvo a punto de perder la cabeza por la frustración que le causaba el mal comienzo de su equipo en la competición de la NBA.
A principios de mes, Los Ángeles Lakers se ganaron los abucheos de los suyos en el Staples Center al firmar el peor primer cuarto del club desde la temporada 1954/55 y los 12 peores primeros minutos de su historia. Ese dudoso récord fue decisivo para el marcador final de 107-121 ante los Toronto Raptors, que suponía la 6ª derrota de los angelinos en 10 partidos.
Los Lakers arrancaron la temporada NBA con tres derrotas consecutivas y protagonizando episodios tan vergonzosos como la pelea monumental ante los Houston Rockets que terminó con tres jugadores expulsados.
No es de extrañar la preocupación de LeBron James ante esta situación. El ex de los Cleveland Cavaliers está acostumbrado a ganar, aunque también tiene la suficiente experiencia como para saber perder. No es el caso de la mayoría de sus compañeros en la franquicia de Los Ángeles.
Antes de la llegada de Chandler, excepto James y JaVale McGee, la plantilla de los Lakers estaba formada mayoritariamente por jugadores muy jóvenes. Tanto Brandon Ingram como Lonzo Ball cuentan con tan sólo 21 años de edad, y Kyle Kuzma y Josh Hart tienen 23. Talento y gran potencial a nivel físico, pero falta de experiencia en lo psicológico y emocional para gestionar lo que en términos de poker se llama entrar en tilt. Aprender a afrontar una mala racha es vital en el juego de cartas y también para cualquier deportista de élite.
Uno de los básicos para no caer en el tilt es evitar que la rabia se apodere de la situación, y eso es algo que los más jóvenes de los Lakers están aprendiendo por la vía rápida a golpe de derrota. Ante esto, James ha tenido que poner en práctica otro paso clave para superar una situación adversa: parar y reflexionar.
El millonario fichaje de LeBron James por parte de los Lakers dejaba a más de uno con la boca abierta. Tras su paso por los Miami Heat, James había vuelto a Cleveland para conseguir el anillo de la NBA con el equipo que le vio nacer. Después de conseguirlo en 2016 y haber jugado las finales de la NBA con los Cavaliers en los últimos 4 años, no se esperaba que el rey LeBron fuera a abandonar su ciudad de nuevo.
Fichar por unos Lakers que estaban lejos de los mejores años de la franquicia y que se la juegan con un equipo totalmente renovado, era sin duda una apuesta arriesgada. Un reto que, tras el desastroso inicio de temporada, hizo que James se preguntase si no se le estaba quedando demasiado grande.
La llegada de Tyson Chandler es un alivio para LeBron James, que recibe ayuda ante las dudas de si sería capaz de echarse todo el peso emocional del equipo a las espaldas. Ha sido capaz de aguantar y empieza a ver resultados. A sus 36 años, Chandler también sabe que a veces se gana y otras se pierde, pero que hay que luchar hasta el minuto y no darse por vencido. Ambos tienen claro que la victoria muchas veces llega no por otra cosa sino por la paciencia.