Una pastilla que libera por cinco minutos los superpoderes que cada persona tiene en su interior está causando estragos en las calles de Nueva Orleans. Un policía (Joseph Gordon-Levitt), una joven traficante (Dominique Fishback) y un ex soldado sediento de venganza (Jamie Foxx), con una agenda personal, arriesgan todo para detener a sus fabricantes.

Podemos hablar aquí de una apuesta a gran escala, pero con una historia concreta, finita y directa. ¿Puede crecer como un gran macro universo? Tal vez, pero aquí asistimos a un evento particular y contenido, que no quiere desbordarse en disparar lazos hacia todas las aristas posibles. Sólo busca ser un viaje que atrape la atención de principio a fin.

Netflix se ve más orientado en esta oportunidad para jugar con la acción fantasiosa, a diferencia del sobrecargado mundo que querían presentar con, por ejemplo, “Bright”. En esa película de David Ayer quisieron abarcar más de lo que pudieron explicar y por eso te dejaba con una sensación vacía. Ahora con “Project Power”, los objetivos parecen mejor encausados y, aunque simples y lineales, nunca pierden los estribos para ser la columna vertebral que guía secuencias frenéticas y violentas.

Jamie Foxx es el coronelArt, en “Proyecto Power”.

Esto sigue dando cuenta de que la selección de títulos grandilocuentes de la plataforma funciona de manera atractiva en este 2020, sólo cuando se maneja desde la historia y los personajes, sin quedarse solamente con espectacularidad visual. Lo vimos recientemente con “La Vieja Guardia”y ahora lo vemos nuevamente con este estreno.

Y a propósito de efectos visuales, este departamento parece más en forma que para otras entregas del servicio. En cuanto a estética y diseño es hipnótica en sus momentos más descabellados, mientras que no deja de ser visualmente colorida para los intercambios más pasivos entre los actores. Se invirtió en el material y eso se nota.

Los efectos especiales son uno de los atractivos de “Proyecto Power”.

En medio de todo, también desliza un mensaje de diversidad racial para encabezar una producción de proporciones. “Debes encontrar lo mejor de ti y desde ahí luchar con el sistema”, resalta en un momento, refiriéndose a un desdén por las minorías que afortunadamente va quedando atrás en la creación de obras dedicada a un público masivo. Vimos lo que pasó con “Black Panther” y, luego, el potencial de estos ejercicios es infinito.

Ahora, tampoco es que se quede entrampada en una exposición discursiva. Por lo mismo, tampocose abandera con muchos otros temas que pone en la mesa, sobrelos quelanza apenas pequeños destellos, como la violencia policial, los profundos traumas de los entrenamientos militares, la precaria situación social que conduce al narcotráfico o la experimentación científica en personas de las mismas condiciones.

Joseph Gordon-Levitt junto aKyanna Simpsony Dominique Fishback.

Uno de los puntos bajos es el difuso panorama detrás de la droga y, en consecuencia, de la fuerza que se opone a los héroes. Las conexiones entre los villanos penden del fino hilo que denota la leve comunicación entre ellos y sólo te entregan flashazos de información que, como espectador, hay que ordernarpara alcanzar a captar la existencia de una superestructura organizada detrás del mal, aunque eso no termina de solventar un panorama acabado sobre sus motivaciones.

Te quedas con las ganas de saber más, qué cosa se oculta ahí, y más específicamente la película te evidencia una carencia al no tener una figura que condense todo lo que los protagonistas deben enfrentar. Es como si hubiesen disectado a la fuerza malévola:el cerebro quedó con la científica megalomaniaca, la palabrería con Rodrigo Santoroy los músculos se repartieron entre el barbón de turno, además de un puñado de secuaces decorativos que sólo acatan.

Rodrigo Santoro es parte de los villanos en “Proyecto Power”.

Con sus heridas, aunque no graves, “Proyecto Power” sobrevive a la prueba de ser un blockbuster que nos llega a través de una vía que, por la pandemia, se abre camino en medio del desolador panorama para los cines del mundo.

Tiene adrenalina, tiene protagonistas con buena química, te muestra una forma de diversión superheroica que difícilmente verás en las grandes factorías -aunque quizás no al punto de “The Boys”-, al tener mayor libertad creativa y menos circunscripciones para rendirle pleitesía a público familiar; y a pesar de no ser el golpe definitivo en las propuestas del género, sirve para desviar el cerebro un rato de la dura realidad.