“La Casa de Papel” debuta este viernes con su cuarta temporada en Netflix. Ocho episodios en los que deberán resolver múltiples interrogantes pendientes del ciclo anterior, como: qué pasó con “Nairobi”, cómo se reorganizará el equipo, quien será su verdadera contrapartey, finalmente, cómo escaparán.
Y para tanto saldo pendiente, el comienzo se siente flojo, descansa en momentos de tensión falsos, sin consecuencias. Sí, como siempre, los personajes principales no corren riesgo alguno.Hay un atisbo de tiroteo, unos a otros se apuntan con sus armas, ya lo han hecho varias veces antes, conoces la situación. Entonces, todo se vuelve predecible.
Sabes que “lo peligroso” no va a pasar, como si te contaran de antes, aunque no hayas visto los episodios, porque es a lo que te han acostumbrado en las temporadas previas. ¿O acaso alguien desconocíael futuro del personaje de Alba Flores ya al final de la temporada anterior? Si lo ignorabas, eres muy inocente o realmente no has visto la serie.
El combinado suma y sigue: música que busca generar tensión donde no la hay; te introducen en la mente una melodía pegajosa que recordarás al final del capítulo; abusan de las relaciones amorosas y tensiones sexuales, como magnetismos que aparecen gratuitamente de un instante a otro; ignoran el guiño a detonar una revolución que tanto les sirvió previamente. Todo se siente muy extraño, frío.
Claro, es entretenido ver a los protagonistas interactuar, bromear entre ellos. Elequipo a ese nivel funciona y todos lo sabemos, de lo contrario no estaríamos aquí. Pero es desconcertante sentir que ya está todo cocinado bajo un blindaje. Hasta el enemigo se comporta de manera que le puedes anticipar los pasos.
Llegas al cuarto capítulo -sí, la mitad de la temporada- y pareciera que no hay caso con el halo de frescura que uno espera con la llegada de nuevos episodios. “La Casa De Papel” en su cuarto ciclo sigue operando en el marco de las mismas reglas de seguridad que se autoimpuso desde el día uno. Está bien, entretiene;pero eso no quita que como espectador le puedas exigir más.
Entonces, repentinamente hay un giro interesante. Y de verdad se presenta como una sorpresa. Les cuesta harto llegar a ese punto, pero lo hacen. Cultivan una figura villana que es mucho más llamativa y desafiante, porque cuando la fuerza opuesta le toma ventaja al bando favorito las cosas se vuelven atractivas. Aunque tengan el descaro de gritarte en la cara a qué otro título de la cultura popular le van a “robar” ideas ahora.
No hay vergüenza en los guionistas, pero hay que ser serios: desde el principio que a Álex Piña y compañía no les ha importado apropiarse del espíritu de obras como “Inside Job”, de Spike Lee, o “Ocean’s Eleven”, de Steven Soderbergh; no les van a entrar ahora las aprehensiones después de una treintena de capítulos.
Tal como la trama, esto sigue siendo un atraco… a un largo listado de películas y aquí lo admiten en la voz alta de uno de sus protagonistas. Pero se les puede perdonar por lasinceridad de su culpa y porque tal decisión le insufla algo de alma a un hilo argumental que se sentía reiterativo. El asunto se pone bueno.
Otro aspecto que da luces de esperanza tiene que ver con cómo la pérdida del control oxigena el avance de la trama. Al final de la tercera temporada esto fue un artilugio para elevar el cliffhanger. En los nuevos episodios el caos, el plan que se ha escapado de las manos de El Profesor, es la columna vertebral de un argumento que pedía a gritos una renovación en la historia, que no implique la imitación de los dos primeros ciclos, y por momentos lo logran, lo que es un buen indicador para seguir adelante.
Si te gustó lo que ya viste, la nueva temporada te gustará. Si tu entusiasmo se dilató con la llegada del ciclo anterior, probablemente no lo recuperarás viendo esta tanda de capítulos. Y si estás en la duda de darle una oportunidad, puede que te resulten cautivantes los pequeños ajustes que le han hecho a la narrativa, sobre todo cuando dan destellos de querer hacer algo fresco y diferente a la naturaleza que ya le conocemos.