Esta es una epopeya romántica sobre tres amigos que se ven envueltos en una de las tramas secretas más impactantes de la historia de Estados Unidos. Ámsterdam está basada en hechos reales que se mezclan muy libremente con ficción.
Aquí el destape de las implicancias de una muerte son la intriga principal, pero el encanto desaliñado de sus personajes conquistará o perderá a los espectadores de manera tajante.
Ámsterdam | ¿Cómo es la película con Christian Bale, Margot Robbie y John David Washington?
Si se engancha lo suficiente con el misterio, se aceptará el cambio abrupto en el tono de la historia, de lo contrario serán dos horas y cuarto que no producirán esa sensación satisfactoria que se busca en la experiencia cinematográfica de un David O. Russell que parece engolosinado con todo lo que tiene a mano.
La propuesta tiene un elenco mayor, entre el que el trío protagonista se luce tanto en los diálogos más cursis como en los planteamientos de un guión ultra decorado y por momentos poético. Christian Bale, John David Washington y Margot Robbie parecen muy cómodos entre ellos mismos, y la intervención de terceros conocidos sólo es adorno para la química que logran.
La factura es de gran nivel, desde la música de Daniel Pemberton y los movimientos de cámara que por momentos coquetean con el cine de Wes Anderson, hasta una fotografía opaca que le otorga la naturaleza de época que sirve de escenario para la historia.
Esta última no quiere entregar un mensaje derechamente anti bélico, pero algo de eso hay. Así mismo insiste en plantear la existencia de un racismo que no caduca a través del tiempo. Pero su principal estandarte es el examen del avance silencioso de la propagación del fascismo, sobre todo por poderes fácticos que operan en las sombras y sólo sacan a relucir sus garras cuando quieren dar el zarpazo final y definitivo. Y ahí conecta directamente con lo que pareciera ocurrir en el mundo real actual, con tantas figuras políticas de extrema derecha que han ganado terreno en el último tiempo, a punta declaraciones escandalosas y el aprovechamiento de la precariedad en que se encuentran ciertos sectores sociales.
Ámsterdam es una historia que parte pequeña pero que busca alcanzar un desarrollo a gran escala, que por su complejidad y ritmo pausado probablemente no será del gusto popular. Y es que la ambición de la historia puede ser su propia perdición, porque sino encanta al espectador de buenas a primeras, difícilmente lo logrará con el avanzar de los minutos. Pero si consigue esa atención, bien puede transformarse en un entretenido viaje que pone a prueba una amistad ante una serie de vaivenes políticos con la gracia suficiente de los responsables de las interpretaciones.