Wimbledon siempre ha sido sinónimo de tradición y elegancia, pero también guarda secretos oscuros. Uno de ellos tiene nombre y apellido: Vere St. Leger Goold.

Fue un noble irlandés que tocó el cielo del tenis en el siglo XIX, pero cuya historia terminó en tragedia, crimen y encierro en una de las cárceles más temidas del planeta.

Vere St. Leger Goold: De promesa del tenis a criminal 

Era 1879 cuando Goold se transformó en el primer irlandés en llegar a una final en Wimbledon, lo que entonces se llamaba la “All-Comers Final”.

Aunque perdió el partido ante John Hartley, su talento quedó grabado en la historia. Ese mismo año fue campeón del Abierto de Irlanda. Pero eso no es todo, porque también destacaba como boxeador aficionado.

Vere St. Leger Goold (Foto: Wikimedia Commons).

Pero su ascenso fue tan rápido como su caída. Unos dos años después, abandonó el tenis y cayó en el alcohol y las drogas. 

En 1891, arrancando de sus deudas se fue a vivir a Canadá y se casó con la francesa Marie Giraudin. Juntos creían tener un método para hacerse ricos en los casinos de Montecarlo. Pero fue un grave error.

Vere Thomas St Leger Goold y su esposa Marie Goold nee Giraudin antes de 1907 Vere St. Leger Goold (Foto: Wikimedia Commons).

El crimen que lo cambió todo

Lo que vino después parece sacado de una película. Tras pedir dinero prestado a una rica sueca llamada Emma Levin, esta apareció asesinada y desmembrada en una maleta rumbo a Francia. 

Las pruebas apuntaban directamente a Goold y su esposa. Habrían encontrado cuchillos, sangre y cortinas manchadas en su habitación del hotel.

Marie Goold y Vere St Leger ((Foto: Wikimedia Commons).

Ambos fueron encontrados culpables, pero a ella la condenaron a cadena perpetua. Él, en cambio, fue enviado a la tenebrosa Isla del Diablo, en la Guayana Francesa.

Dicha isla fue utilizada como colonia penal por el gobierno francés desde 1852 hasta 1953, principalmente para enviar a prisioneros considerados peligrosos o políticamente inconvenientes.

La Isla del Diablo era temida por sus condiciones brutales, aislamiento extremo y castigos ejemplares. Vere St. Leger Goold no lo soportó y terminó quitándose la vida en 1909.