El comunicador Cristián Warnken se sumó a la larga lista de personas que han reaccionado indignados ante el cambio de nombre que recibirá el clásico producto de Nestlé, Negrita. El que desde el próximo octubre pasará a denominarse Chokita.
Según explicó la firma, “se trata de un nuevo nombre, que hace referencia a su inconfundible sabor a chocolate, sumado al diminutivo que en Chile refleja a lo que tratamos con cariño”.
El cambio en la denominación del alimento llegó después de hacer una evaluación, “que busca identificar conceptos que pudieran considerarse inapropiados, a la luz de la mayor conciencia sobre las marcas y su lenguaje visual respecto del uso de estereotipos o representaciones culturales”.
La actriz Aline Kuppenheim, el senador Iván Moreira, los periodistas Gonzalo Ramírez y José Antonio Neme, son algunos de los que ya han comentado la modificación. Y a ellos ahora se les sumó el columnista de El Mercurio, quien sostuvo que “evidentemente que la decisión está dentro de lo que se llama una guerra cultural”.
“En el sentido de que se ha trasladado un poco a nivel del uso cotidiano del lenguaje y a nivel del intercambio político”, añadió en declaraciones a Ex-Ante. “Una suerte de neo lengua, para usar la expresión que usa (George) Orwell en su novela 1984”.
“En ese caso la neo lengua es una lengua que se crea para producir cambios en el pensamiento y controlar el pensamiento desde una mirada autoritaria”, planteó.
Y aunque advirtió que “aquí no hay un estado totalitario, pero sí siento que hay una pulsión totalitaria latiendo en ciertos ambientes culturales, particularmente universitarios y que diría que son bien de élite y que han logrado salir un poco de la academia y entrar en la política, y en Chile han logrado espacios importantes de expresión, de presencia y de poder“.
Warnken sostiene que “la sensación que tengo es que estas transnacionales o grandes empresas, que parece que arrastran muchas culpas, y probablemente están llenos de asesores, probablemente contratados desde la academia, toman decisiones que rozan el ridículo y que no evalúan el efecto que pueden tener en el lugar donde se consume esa galleta, que yo consumía cuando niño“.
Según el también poeta, “expresión ‘negrita’ no tiene asociado, como connotación, algo despectivo, sino que es algo afectuoso, cariñoso, como cuando uno le dice a alguien: ‘mi negrita’ o ‘mi negro'”.
Por eso, “nunca ha sido algo que alguien haya usado como discriminación o con desdén o como un acto de racismo, entonces, es una medida absurda“.
La conclusión de Warnken es aún más tajante: “Lo que quiero decir es que todas estas batallas, que vienen desde un sector muy de élite y muy académico y muy teórico, violentan la realidad cotidiana, violentan el sentido común, y nos llevan a situaciones casi de absurdo, y ahí es donde el humor es la única arma que yo veo de resistencia potente contra eso“.