Dune retrata el viaje de Paul Atreides, el hijo de una familia noble, hasta un inhóspito planeta en el que terminará como el responsable de proteger el producto más anhelado de la galaxia, la especia melange, una droga capaz de potenciar los sentidos y extender la vida humana. Esto después de que descubra en él mismo los poderes y un destino que parecen ser más grande que su propia existencia.

La tarea titánica de llevar al cine algo que todo el mundo decía que era imposible, con intentos fallidos previos e incluso algunos que ni siquiera llegaron a concretarse, finalmente se hace realidad y de qué manera: una construcción que deja sin aliento.

Se siente como cine gigante y rimbombante, pero no como algo digital engañoso y ajeno a la realidad, de artificios descuidados o simplón, como muchos de los blockbusters actuales; aquí hay una historia sólida llena de aristas y ramificaciones, personajes, experiencias, pugnas de poder, política y religión.

Y lo importante es que lo que busca abarcar nunca se va de las manos. Denis Villeneuve mantiene todo bajo control, en la más artera y mundana de las traiciones, así como en lo más onírico del fantástico viaje del protagonista con sus visiones y divagaciones.

Comentario de Cine | Dune, una experiencia visual y sonora como no se había visto en mucho tiempo.(1)

La película es imponente y no teme a mostrarse como tal en la presentación de un universo que se abre camino incansablemente como los mismos gusanos de arena en Arrakis, remeciendo los cimientos de un imperio que se juega la vida en la disputa de dos casas nobles, mientras una intriga que amenaza con desmoronar un iluso equilibrio se teje en la oscuridad.

Héroes y villanos se deshacen en un manto grisáceo de intenciones, mientras el advenimiento de un mesías da para discutir la usurpación de tierras nativas para su explotación económica, la opresión de un pueblo libre y los alcances insospechados de un poder sustentado en la religión y el dominio del conocimiento.

Cuando hablamos de la adaptación, el trabajo de Villeneuve juega muy a la par con la obra que Frank Herbert publicó 1965. Quizás los aspectos de corte más ecológico de la trama, el ahondamiento en las intenciones de los personajes secundarios y prescindir de una escena importante en el libro pero realmente imposible de recrear en el cine por la cantidad de personajes involucrados y porque mucho de ella se resuelve de manera omnisciente; son algo que se echa de menos en las dos horas y media de metraje, aunque se entiende su ausencia en favor de la progresión dramática de la historia.

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Pero como si lo anterior no fuese suficiente para cerrar lo impresionante que es la película, unas actuaciones comprometidísimas, sobre todo de Rebecca Ferguson y de Timothée Chalamet, además de la sobrecogedora banda sonora de un repuesto Hans Zimmer terminan de sellar definitivamente el cuadro.

Dune es una experiencia visual y sonora que no se había visto en mucho tiempo en cines. Eso no es algo que tenga que ver necesariamente con las postergaciones de la pandemia, viene de antes; porque el valor de la producción tiene que ver con la delicadeza y dedicación de su factura, la contundente riqueza de su narrativa y la solidez de un guión que no se ve avasallado por la complejidad del material original. Como lo han dicho muchos y es para recalcar: es una obra colosal que se recomienda ver en la pantalla más grande y con el mejor sonido posible, para apreciarse en toda su esplendorosa magnitud.