La incombustible Sarah Connor reaparece para unir fuerzas con una humana “mejorada” y así proteger a una joven mexicana que está siendo perseguida por el más moderno y letal Terminator.
¿Suena conocido? Claro, porque es la fórmula que ya nos deslumbró, pero a mediados de los ochentas y a principios de los noventas. Lo conocemos, lo recorrimos y lo masticamos incansablemente también en múltiples películas posteriores que provocaron más desaliento que entusiasmo, para llegar a este punto y, lamentablemente, repasar todo de nuevo.
Puede que sea más digerible que otras entregas en la franquicia, pero “Terminator:Dark Fate” es prácticamente ofensiva al borrar los objetivos cumplidos en The Terminator(1984) y Judgement Day(1991), con la absurda determinación de contar la misma historia, acomodando un poco sus elementos, paisajes y acción. ¿Cuál es la novedad? ¿Cuál es el riesgo?
Los cambios para comulgar con la coyuntura de la evolución en la mentalidad social parecen forzados. La alteración del género en los protagonismos no es crítica, pero sí lo esel origen latino del contexto y la protagonista, porque la trama es tan genérica que poco y nada lo justifica más allá de ser un saludo a la bandera, para quedar bien con la cuota de representatividad de la diversidad cultural.
Esta entrega de Tim Miller (“Deadpool”) entonces se vuelve reiterativa en materia argumentativa, aunque eso no impide la posibilidad de un derroche de efectos especiales, tanto prácticos como digitales,y un par de escenas de acción atractivas como la persecución del camión o el conflicto en el avión de carga.
Evidentemente no podía faltar la apelación a la nostalgia, que aquí se ejecuta con desdén en guiños fugaces, como para cumplir más con la solicitud de ejecutivos que con los fanáticos que han seguido la saga. Esto porque la “madre de la nostalgia” inevitablemente está representada en Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, no se necesitaba más. No más diálogos reciclados, lentes desgastados o gestos desaliñados. La interacción de ambos de hecho es quizás la mayor fortaleza de toda la película.
“Terminator: Destino Oculto” es entretenida de ver para desencajar el cerebro un rato de la realidad, pero al mismo tiempoes tan olvidable como la mayoría de los trabajos de Tim Miller en la dirección.