Estamos frente a la historia del origen de Buzz Lightyear, el héroe que inspiró el juguete que se dio a conocer en 1995 con Toy Story, y que dio renombre al legendario Guardián Espacial que acabaría contando con generaciones de fans.

Esto es un descenso directo a zambullirse en una aventura de ciencia ficción, no hay de otra posibilidad. Todo el resto de los géneros cinematográficos -la comedia, el drama, la acción- están subyugados a esa rama primordial con que Pixar decidió convocar en esta ocasión, y con ello abraza todo el esplendor del personaje que la sustenta, esa figura en blanco, verde y morado inspirada en Edwin Eugene Aldrin, astronauta integrante de la misión Apolo 11 que llegó a la Luna en 1969.

Atrás queda la experiencia con los juguetes, aquí hay una apuesta que probablemente habría llegado a funcionar como una entrega de acción real, pero se queda en la animación para explotar todo su potencial. Y vaya que tenía material para ofrecer.

Lo que antes impulsaba la personalidad del juguete tan querido de Toy Story, ahora cobra una nueva vida, gracias a la película que convirtió a Andy en un fan de Buzz Lightyear, porque precisamente eso es lo que vemos. Lo positivo es que los responsables de la entrega tenían clarísimo que la carne más suculenta de la trama no estaba en retratar a un héroe infalible, sino que en un ser que comente errores de orgulloso y asume sus consecuencias. Eso termina ilustrando el perfil de una figura noble, digna de admirar y que, en sus esfuerzos por mejorar el adverso escenario en que se encuentran, sea capaz de aceptar tanto sus fortalezas como debilidades.

Review | Lightyear.(Foto: Pixar)

Review | Lightyear.(Foto: Pixar)

¿Cómo es la película de Buzz Lightyear?

La figura de acción a prueba de balas de los ochentas por mucha nostalgia que nos genera, parece haber quedado obsoleta ante leyendas que descansan necesariamente en sus emociones, no sólo para cumplir con la responsabilidad de cumplir la misión, sino que también para reconocer a los otros que lo completan, que lo complementan. El positivo mensaje que deja Lightyear escurre desde todas sus perspectivas: un llamado al trabajo en equipo, al unirse en comunidad, y dejar de lado el egoísmo del individualismo.

Y la forma de ese trasfondo acompaña al punto de deslumbrar en su estética, en sus diseños, en su sonoridad. Cierto, bebe de muchas entregas previas del universo de la ciencia ficción en la cultura popular: 2001: Odisea al Espacio te grita por momentos, la estética mecánica de Aliens dice presente, Star Wars amenaza en los paisajes. Mientras que la imitación/homenaje a escenas de la saga Toy Story con pequeñas modificaciones a sus ángulos, se abren paso por momentos. Pero las referencias no carcomen a la propuesta original; lo que es absolutamente positivo.

Review | Lightyear.(Foto: Pixar)

Review | Lightyear.(Foto: Pixar)

El sentido de aventura es total y son pocas las oportunidades en que Lightyear decae. Los tropiezos van de la mano de los abusos de las torpezas de algunos personajes secundarios; intentos por reforzar alivios cómicos que se vuelven reiterativos; o, por otro lado, los inevitables enganches para una continuidad que lamentablemente van vinculados a una sensación de total seguridad para los involucrados ante los ojos de los espectadores, por lo que poco se arriesga en la disputa frente al mal.

Ahora, de que hay momentos sorpresivos, los hay. De hecho cuando el traje de Guardián Espacial alcanza su forma íntegra, da para aplausos por cómo lo resolvieron. Al mismo tiempo que Michael Giacchino sorprende con una identidad melódica para Buzz, después de venir en piloto automático desde Jurassic World: Dominion. El compositor revive y resopla sus partituras para quitarles el polvo de la conformidad, creando algo que se siente épico en pantalla.

Review | Lightyear.(Foto: Pixar)

Review | Lightyear.(Foto: Pixar)

Lightyear presenta un Buzz distinto, ciertamente con las mañas y obsesiones que lo hicieron tan querible en la saga de los juguetes, pero que crece con un sustento argumental que hace a la película suficientemente compleja e interesante en sus artilugios emocionales y técnicos, para no ser un mero instrumento de taquilla. Y, a pesar de jugar a lo seguro, igualmente termina siendo una obra con gran personalidad.