La carrera de Paulo Garcés tiene de todo. Jugó en los tres grandes del fútbol chileno, fue campeón de la Copa América con la selección chilena, y hoy quema cartuchos con Curicó Unido entreverado entre los líderes del Campeonato Nacional.

Sin embargo, el mismo arquero reconoce que tiene imperfecciones que le ha costado superar, y que tienen su origen en la formación. En entrevista con Curicó Albirrojo, el parralino asume sus culpas.

"Sé que no soy el mejor con la pelota en los pies, lo tengo claro. Asumo riesgos que no tengo que asumir, me equivoco por hacer algo en beneficio del equipo y en vez sacarla afuera en la mitad, la pelota termina en peligro de gol. Siento que soy mejor bajo los tres palos", reconoce.

Pero todo tiene una explicación. "El tema es que no soy malo. Cuando era chico e hice inferiores, todavía se le pegaba arriba a la pelota. Pero fue cambiando el fútbol y las reglas. Los técnicos y las ligas te exigen otra cosa y uno debe irse adaptando paulatinamente", reflexiona.

"Antes a Nelson Tapia o el Rambo (Marcelo) Ramírez les tiraban la pelota hacia atrás y le pegaban para arriba. Ahora no es lo mismo y es cosa de ver a arqueros como Claudio Bravo y Ter Stegen", sentencia.

"Hoy es distinto para los niños que se van iniciando. Claudio Bravo se inició con Julio Rodríguez y todos los entrenamientos eran con el pie. Yo me inicié con Óscar Wirth, que nos hacía arena, saltar y saltar, potencia y potencia", explica.

En ese sentido, existió un déficit formativo que ha intentado sobrellevar. "Fue muy distinto los que nos enseñaron cuando pequeños, cuando uno es una esponja. De grande es más difícil, porque uno tiene mañas y es difícil cambiarlo", asegura Garcés.

"Estuve con Claudio en la selección, justo cuando se fue a Barcelona. Jugaba todos los fines de semana con 80 mil personas (...). Uno va mejorando. No voy a ser un Claudio Bravo o un Ter Stegen, pero trato de hacer lo mejor posible con mis condiciones", completa.