En Thor: Love & Thunder (Thor: Amor y Trueno, para Latinoamérica), el Dios del Trueno (Chris Hemsworth) emprende un viaje que no se parece en nada a lo que se ha enfrentado hasta ahora: una búsqueda de la paz interior. Pero el retiro de Thor se ve interrumpido por un asesino galáctico conocido como Gorr el Carnicero de Dioses (Christian Bale), que busca la extinción de los dioses.
Para hacer frente a la amenaza, Thor solicita la ayuda del Rey Valkiria (Tessa Thompson), de Korg (Taika Waititi) y de su ex novia Jane Foster (Natalie Portman) que, para sorpresa de Thor, empuña inexplicablemente su martillo mágico, Mjolnir, como la Poderosa Thor. Juntos, se embarcan en una aventura cósmica en la que tendrán que descubrir el misterio de la venganza del Carnicero de Dioses y detenerlo antes de que sea demasiado tarde.
Y aquí estamos de nuevo, otra aventura de Thor en modo comedia, ahora con tintes románticos que no se echaron de menos en la anterior entrega en solitario sobre el Dios del Trueno, pero que tampoco quedarán como algo memorable después de ésta.
La novedad de la personalidad zonzadel hijo de Odín ya no es disruptiva y eso se siente en la nueva película; porque, aunque detonará más de una risa entre los espectadores, es inevitable la sensación de que es más de lo mismo, con apenas unos cuantos cambios en sus formas.
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No es lo mejor de Taika Waititi pero se acerca a algo débilsi se comparacon el resto de su filmografía. El director está en piloto automático, con pocos chispazos hilarantes, como por ejemplo el uso de las cabras cósmicas o la actitud celosa de Stormbreaker ante el retorno de Mjölnir.
Y es que en varios de los momentos en que se intenta dar peso a la historia, la entrega hace gala del ya clásico mal timing de Marvel para ubicar las bromas, lo que le resta potencial a la narrativa. No saben cuando parar con el chistecito fácil y abusan de su reiteratividad al punto de que pierde la gracia.
De ahí que, curiosamente, cuando más emotiva se pone la películamejor funciona; hasta que llega esa auto impuesta necesidad de querer ser gracioso a toda costa y en todo momento, que lo arruina todo. Ejemplos de estos hay varios, como lo que rodea a Miek en la pizarra o el caso de la rimbombante aparición de Zeus.
Ese atentado al potencial dramático se vuelve críticocuando tienes a un villano como Gorr El Carnicero de Dioses, que plantea cuestionamientos introspectivos sobre lo que es la fe, las formas de control que se establecen con las religiones o la inherente necesidad humana de resolver la vida girando en torno a una fuerza intangible, que ejerce su poder divino gracias a la construcción mental consensuada entre integrantes de una misma sociedad.
O siendo que, por otro lado, la apuesta eleva la fortaleza femenina en la figura de Jane Foster, que conoce a cabalidad el éxito profesional científico, pero que se ve diezmada en su propia naturaleza por algo que la lleva a dejar de lado sus propias pautas prácticas para alcanzar la sobrevivencia. ¿Continúo con mis convicciones o me dejo llevar por la solución mística?, es lo que parece plantear.
Eso, sumado al viaje personal del héroe que cuestiona su propia existencia, a propósito de la ausencia de un lazo emotivo que lo mantenga activo, sensible y con un propósito para su vida.
Christian Bale no es el Gorr de los cómics, pero hace lo suficiente para entregar el mensaje con una actuación intimidante; Natalie Portman goza de una mejor actitud que el ser sólo “la chica”de las anteriores películas, gracias a su Mighty Thor; y Chris Hemsworth sigue las pautas de lo que venía trazando desde 2017 y eso se mantiene dentro de sus márgenes.
Todo eso está en la película, por eso inquieta cuando falla en su evaluación conjunta.
Las visuales son llamativas, impresionantes a ratos. Por ejemplo, las escenas en el mundo de las sombras con su atractivo uso de imágenes desaturadas. Y quizás son excesivas en lo estético si hablamos del nuevo traje del Thor de Hemsworth, pero se le perdona. En su sonoridad, la intención es positiva y te golpea en la sensibilidad melómana con gestos avisados previamente y otros inesperados de la mano de Guns N’ Roses, algunos momentos burlescos con Enya y ABBA, para luego rematar con Ronnie James Dio y su Arcoíris en la Oscuridad.
Thor: Love & Thunder pone cartas ya jugadas sobre la mesa, que esta vez no alcanzan para quedarse con el triunfo en la partida. Se siente vacía por un anhelo de algo mayor, de algo mejor. Es el peso de la comodidad del éxito. Ragnarok era justamente atractiva porque se percibía diferente. El Dios del Trueno esta vez se queda en los laureles de su simpatía, sin mayores esfuerzos por indagar en nuevos territorios o jugar a los riesgos. Por eso, su impacto en el paisaje masivo del MCU casi no se siente, incluso a pesar de la promesa de un próximo retorno.