En la Inglaterra de los años ochenta ytras la trágica muerte de una institutriz,Henry Wingrave contrata auna joven profesora estadounidense para que instruyaa sus sobrinos huérfanos,quienes viven en Bly Manor, juntoal cocinero de la casa, Owen,la jardineraJamiey el ama de llaves, la Sra. Grose.Pero en la mansión no todo es lo que parece:siglos de oscuros secretos de amor y pérdida aguardan a ser descubiertos.

En “La Maldición de Bly Manor”, Mike Flanagan saca el pie del acelerador para adoptar un ritmo mucho más pausado que su predecesora “Hill House”. El hombre aprendió de su artesanía previa y tal conocimiento se lo traspasó a su equipo, que se operando a toda capacidad para esta entrega.

La serie se toma más tiempo para crear el panorama de la historia, ubicando una a una las piezas que entran en juego, dándole un fondo elaborado incluso a algunos de los secundarios; algo que sin duda es mucho más satisfactorio para amarrar lo que cuentan.

En su avance te mantiene cuestionando qué está ocurriendo en cada rincón, por qué los personajes actúan de tal o cual forma, qué son esos simbolismos, quienes son las presencias. Las respuestas vienen, sólo hay que tener paciencia, dejar que el relato se desenvuelva. Cuando se cierran los círculos y los puntos se conectan, la satisfacción a las inquietudes es definitiva.

Danielle (Victoria Pedretti) pasará más de un susto con Miles (Benjamin Evan Ainsworth), en “La Maldición de Bly Manor”.

Danielle (Victoria Pedretti) pasará más de un susto con Miles (Benjamin Evan Ainsworth), en “La Maldición de Bly Manor”.

Si en “Hill House” el camino recorrido era en torno a la crisis familiar y las dificultades del duelo, en “Bly Manor” algo de eso hay, pero el foco gira hacia múltiples relaciones tóxicas y cómo éstas marcan a los involucrados; además de, claro, asuntos pendientes y las vías para sanar tales heridas, que no siempre resultan en el bienestar de los presentes.

El espíritu de la entrega es un horror mucho más minucioso y psicológico, con elementos sobrenaturales contenidos y trabajados, dejando los sustos de impacto para momentos precisos, sin abusar de ellos, por lo que están mejor ubicados y son más efectivos. Esto habla de una madurez en la propuesta de la serie que sin duda va de la mano con la creación del perfil de los personajes.

Los niños aquí son definitivamente sobresalientes. Benjamin Evan Ainsworth y Amelie Bea Smith son capaces de sostener escenas completas y complejas en sus hombros, destacando incluso de sus contrapartes adultas.

Si alguien va a tener pesadillas con Bly Manor, aquí tienen a los protagonistas de esos malos sueños, sobre todo gracias a sus cambios de ánimo y repentinos arranques, que de un momento a otro mutan en rostros profundamente oscuros y atemorizantes.

Lo más espeluznante es que ellos temen a lo sobrenatural que los rodea pero no los desborda, porque lo conocen desde un principio, y eso es profundamente más aterrador: que la inocencia esté más en control que la experiencia.

El capítulo ocho es tema aparte. La serie quema cartuchos, naves, enciende la pradera completa, para simplemente entregar un gigantesco trabajo que juega tanto con el orden de las cosas, así como también con su paleta cromática y definitivamente la belleza trágica de esta historia.

El remate de esta pieza la pone la omnipresente narración de Carla Gugino, con un manejo de voz que, al mismo tiempo que se funde con la banda sonora, te eriza la piel y te para los pelos. ¡Es tremendo!

Flora, el personaje de Amelie Bea Smith, es uno de los principales motores que mueve la trama de “La Maldición de Bly Manor”.

Flora, el personaje de Amelie Bea Smith, es uno de los principales motores que mueve la trama de “La Maldición de Bly Manor”.

“The Haunting Of Bly Manor” puede que no sea una montaña rusa de horrorosos remezones, pero tiene una construcción narrativa mucho más enriquecida y contundente para entregar, con más mitología y mayor desarrollo estético, a diferencia de su predecesora que descansaba confiada en los impactos y sus coincidencias.

De ahí que sea un horror distinto, más cuidado y delicado, romántico, gótico, que te retuerce más con ideas desoladoras que lo que te hace saltar en el asiento. Inevitable decirlo: “es perfectamente espléndida”.