Apenas se conoció el diagnóstico respecto a la infección que afectaba una herida que Alexis Sánchez tenía en el tobillo derecho a días de embarcarse a Brasil para defender la corona de la Copa América, se pensó lo peor.

En el cuerpo médico de la Roja había preocupación y Reinaldo Rueda estaba escéptico sobre si iba a poder disponer del delantero de Manchester United. Los días avanzaban y aunque la lesión evolucionaba, había dudas sobre el real nivel futbolístico del tocopillano.

Más allá del parte médico, había versiones que indicaban que lo mejor para Alexis era recuperarse bien y mentalizarse en buscar club para la segunda parte de 2019 considerando que el United ha dado innumerables señales que no cuenta con el chileno para la temporada 2019-2020.

Pero Alexis tenía en mente otra cosa. Luchó, entrenó duro y se recuperó. Tomó la decisión de viajar pese a las dudas iniciales y ya en Brasil siguió dando luces de que bajar los brazos no es lo suyo. Después de los entrenamientos de la Roja en Sao Paulo, veía caer la noche en el gimnasio del Hotel Pullmann donde corría sin parar, teniendo como único destino: la revancha.

Ya en el partido ante Japón, Sánchez exhibió todas las cualidades que lo llevaron a ganarse el apodo de Niño Maravilla: rapidez, dribling, regates, lujos y lo más importante, el gol. Tampoco se olvidó de habilitar y fue el gestor del segundo tanto de Eduardo Vargas.

Luego del partido sus compañeros lo felicitaron en el camarín. Su técnico lo llenó de elogios en la conferencia post encuentro, y el mismo esbozó una sonrisa de oreja a oreja en una imagen que subió a Instagram.

Alexis volvió a ser Alexis, y Chile lo agradece.