Tras ser duramente castigado y humillado por su país Kazajistán, Borat busca ser perdonado. Para eso deberá entregar un particular regalo a las autoridades estadounidenses con el fin de lograr su satisfacción y hacer que su nación consiga reposicionarse en el orden mundial. Así de simple y directa es la premisa de "Borat 2, siguiente película documental: Entrega de un prodigioso soborno al régimen americano para generar beneficios para la alguna vez gloriosa nación de Kazajistán".

¿Cómo empezar a hablar sobre algo que tiene tantas cabezas y tan dementes? Sin duda, por establecer el cáncer del conservadurismo que motiva conductas represivas, misóginas, arcaicas y retrógradas que impulsan la vida del ambiente en que se ha criado Borat, el cuarto mejor periodista de la nación ficticia de Kazajistán. Y desde ahí asumir un descenso a lo más retorcido de una cultura que se revuelca en la ignorancia, la intolerancia y su sesgada forma para construir discursos con el fin de acaparar el poder -y no, esa otra nación no es ficticia y definitivamente está comandada por un demente en la realidad-.

Este estreno funciona tan bien en medio de una crisis sanitaria que puso al mundo de rodillas, al mismo tiempo que estallan protestas en distintas latitudes y que se acercan unas elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde muchos parecen empeñados en sacar de la oficina oval al actual mandatario.

Borat irrumpe en una convención republicana para regalarle su hija al vice presidente Mike Pence.

Borat irrumpe en una convención republicana para regalarle su hija al vice presidente Mike Pence.

No hay caso con Sacha Baron Cohen, el hombre tiene clarísimo cómo montar su espectáculo. Su humor es incorrecto y desafiante, raya en lo vulgar, pero se sostiene por poner en evidencia conductas absurdas que son reales y que forman parte de la rutina diaria de una sociedad que a los cuatro vientos proclama ser superior.

Así, sin lugar a dudas, puede burlarse absolutamente de todo. Sí, de todo: partidarios de Trump, judíos, demócratas, el culto a la tecnología y su uso para las perversiones, de las mujeres, de los hombres, de blancos y negros, de opresores y oprimidos. De ahí su brutal sinceridad, que incluso se hace inquietante de presenciar.

La escena con el ex alcalde de Nueva York y asesor presidencial de Donald Trump, Rudolph Giuliani, es definitivamente incómoda para el espectador, sobre todo cuando tienes en mente la carga de ideas que te ha implantado la película minutos antes. La desfachatez de un cirujano plástico al coquetear con una menor no es menos impactante. Y la naturalidad con que un ciudadano X es capaz de hablar sobre matar personas en masa, ahogándolas con gas, es realmente perturbador.

Lo genial de esto es percibir que la película logra tenerte riendo a carcajadas en un momento, para luego obligarte a arrepentirte de tu risa, porque te dispara una dura crítica directo al razonamiento, la moral y el sentido común.

La sustancia de esta comedia es una irreverencia que, aunque ya la probamos en 2006 y puede que no suene muy original si viste la primera película, igualmente funciona y se siente fresca porque en la actualidad existe una hipersensibilidad que impide un humor libre. Esa pacatería hipócrita que tiende condicionar de mala forma las obras artísticas que se despliegan en público, pero que se desata en privado.

El escrutinio al humor, sobre la base de quién dice qué y cómo lo dice, se ha vuelto una aplastante forma de censura. En época de "cancelaciones" rampantes y bloqueos a diestra y siniestra, Borat te pone una "danza de la fertilidad" sangrante en la cara de unos acartonados postulantes que entrenan para tener conductas siúticas y formar parte de una socialité. Y lo hace después de haber arrasado con todo lo demás, para rematar con un llamado a votar con el fin de ejercer el libre pensamiento y el deber cívico.

Borat intenta convencer a su hija para que se entregue al ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani.

Borat intenta convencer a su hija para que se entregue al ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani.

El sentido del humor es flexible y a eso apela "Borat Subsequent Moviefilm", manoseando incluso la pandemia del coronavirus sin pudor. Su sátira es despiadada y no pide disculpas a nadie. Puede que a algunos los haga reír y a otros los horrorice, pero justamente ESA es su magia y, con este truco, la película sale definitivamente airosa, aunque la olvidemos en un tiempo más.